8. SAPO

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Jade y Ana tenían una relación preciosa, donde lo más importante era el cuidado. Jade, extrovertida por antonomasia, siempre guiaba la conversación, era el alma de las fiestas y todo el mundo parecía conocerla e interesarse por ella. Ana era todo lo contrario, pero su instinto protector sacaba siempre a Jade de cualquier apuro en el que se metiera por su carácter confiado. En resumen, se complementaban y eran muy felices así.

La gente estaba acostumbrada al carácter parlanchín y curioso de Jade. Tanto, como al cariño de Ana. De quien, entre bromas, siempre decían que era la "mami" del grupo. Y, aunque no le molestaba y entendía perfectamente por qué lo decían... no podía evitar reírse. Siempre sonreía o cruzaba alguna mirada cómplice con su chica en aquellos momentos. Y, cuando Jade no estaba, acariciaba inconscientemente el llavero que solía llevar en el bolsillo: un precioso sapito con corona de estrellas y adorables ojos negros.

Se le había antojado un día que entró con su novia a Tiger. Entre pucheros y haciendo mucho el payaso, había conseguido que se lo comprara y había despertado en ellas una pequeña tradición. La "tontería" había terminado por llenar su habitación de cualquier cosa adorable con temática de sapos: cojines para el sofá, una manta suave para ver las películas, un par de botellas, peluches y hasta algún elemento de la vajilla.

De puertas para adentro, Jade cuidaba de Ana y la dejaba descansar de toda esa responsabilidad que le daba ser "la mami" del grupo. Con ella, y solo con ella, podía desentenderse, dejarse llevar, permitirse hacer el tonto y ver películas infantiles acurrucada en su regazo. Dejaba que su chica tomara el control, decidiera el menú y la mimara como su niña pequeña. Un día, llegaron para quedarse los azotes sobre las rodillas tras un berrinche. Surgió de forma tan natural como había pasado con el resto, simplemente la situación les llamó a hacerlo y, tras hablarlo, ambas estuvieron de acuerdo con ello.

Y, aunque jamás salió de su casa ni llegó a sus juegos de cama, la consentida niña interior de Ana era feliz siendo el sapito de Jade. Se relajaba en sus palabras dulces y sus cuidados. Se entregaba a sus azotes disciplinarios cuando tenía alguna rabieta. Y se desinhibía, sin necesidad alguna de alcohol, cuando Jade proponía jugar a las muñecas y vestirla, peinarla, hacer pases de modelo... o incluso, le daba la teta o la bañaba sin prisas.

Vale, igual sí tenía algún tinte erótico después de todo.  

(K)Ink-tober 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora