El viento apacible le dio una sensación de frescura que hace mucho no sentía. El sol en lo alto acarició sus rosadas mejillas y Ochako cerró sus ojos, disfrutando el momento de paz que estaba viviendo.
Aquel jardín en el que se encontraba era solo para ella. Ni siquiera su padre se atrevía a entrar, pues le traía demasiados recuerdos de su fallecida madre, lo cual era bueno pues necesitaba estar lejos de él.
No quería que nadie la viera, pues lo que haría era poco decoroso y más bien indecente. Comenzó quitándose la tela superior de su vestido. A eso le siguió el corset, que pronto dejó al descubierto su torso desnudo.
Y las heridas frescas de su espalda causadas por el látigo de su padre, momentos atrás.
Tomó su ropa, la cual ya se había manchado con la sangre que caía de su espalda y la dobló a un lado.
Sin importarle la incomodidad de su pecho, se recostó boca abajo y dejó que el aire, la brisa fresca, pudiera disminuir el dolor que sentía.
Siete latigazos le había costado abrir la boca y decir que no quería un matrimonio con el joven Izuku, aunque sabía que podrían haber sido más, de no ser porque llegaron invitados inesperados que buscaban a su padre.
Aquel hombre era cruel, y aún más desde que su madre falleció. Toda sensibilidad humana pareció alejarse de él en cuanto ella murió y ni siquiera pudo cambiar por una hija que sufría un dolor similar.
Ochako estaba tan cansada, ya ni siquiera le quedaban lágrimas que pudieran demostrar el dolor de su corazón. Lo único que quería hacer era mantener la felicidad del joven Izuku. ¿Cómo podría ella intervenir con un matrimonio forzado, alejando al chico de su amor secreto? De ningún modo desearía causar tal angustia.
Y al querer hacer un bien, terminó mal.
La muchacha inspiró el olor al pasto recién cortado. Ese olor le recordaba mucho a las tardes de verano que pasaba junto a su madre en ese jardín.
Extrañaba mucho a su madre. Todo le recordaba a ella, en especial cuando podía oír el viento silbar y un ligero olor a lavanda entraba en sus fosas nasales por las plantas del jardín.
Un tarareo salió de su boca. Le gustaban las nanas para niños pequeños y normalmente calmaban su ansiedad.
Sabía que desde ese momento poco podría hacer por el joven Izuku y su temible enamorado. Su padre fue firme, si volviera a insistir con el tema de cancelar la boda, no sabía que podría pasar con ella.
Sin embargo, prepararía todo. Si no le quedaba más opción, al menos haría lo posible para que todo se llevara a cabo de manera efectiva.
Fue por eso que, apenas sus heridas cerraron, habló con su padre para poder consensuar una reunión privada con el joven Izuku.
El señor Uraraka aplaudió de alegría. ¡Su tonta hija por fin había comprendido su valor!, sin tener idea de que la muchacha tenía solo dos opciones.
Convencer a Izuku de su locura, o abandonar su vida.
ESTÁS LEYENDO
Letras Entrelazadas (Katsudeku)
Fanfiction1896. En un tiempo donde jamás se aceptaría algo como la homosexualidad, una carta llega a Izuku. No dice nombre o dirección del remitente. No le da indicios o una pista para saber quién la envió. Solo sabe que esa persona es un chico, y ese chico e...