Era la primera vez que Izuku, en toda su vida, salía de casa en la noche, sin permiso previo o siquiera informarle a su madre.
Y, por si fuera poco, con Katsuki como su guía.
Tenían ambos largas capas que ocultaban sus rostros y ropas, que eran negras, para intentar pasar lo más desapercibido posible.
—Kacchan... ¿a donde vamos?
—A un lugar donde podemos estar tranquilos.
La mente de Izuku comenzó a trabajar rápidamente para pensar qué lugar podría ser ese.
Sin embargo, no esperaba que fuera una casona abandonada.
—No te asustes —susurró Katsuki, ayudándolo a caminar sobre los escombros de aquel lugar desgastado, lleno de moho y enredaderas, pues la naturaleza lo había tomado como su propiedad—. Esta casa es para esconder el verdadero lugar.
—No estoy asustado —reclamó, asustado.
El rubio rió bajito. —Claro, claro...
Siguiendo los pasos de Katsuki, de su mano, pronto se detuvo en lo que era un piano negro, grande y también lleno de enredaderas. Estaba desgastado y probablemente no sonaba de las mil maravillas, pero aún así el rubio
Se alejó y volvió a ponerse a un lado de Izuku.
—Soy Katsuki —dijo, claramente.
Izuku observó cómo, desde el suelo, se abría una pequeña compuerta. Katsuki rápidamente fue hacia a ella y comenzó a adentrarse, bajando. Cuando solo quedó a la vista su cabeza, le hizo una seña para que se acercara.
Con temor, Izuku tomó la mano ofrecida por el rubio y comenzó a bajar, notando una escalera que los llevaría al lugar que Katsuki le quería mostrar.
—Está oscuro —masculló el ojiverde—. ¿Dónde estamos?
Pero el chico no le respondió, sino que una voz diferente que nunca antes había oído.
—¡Katsuki llegó!
Y entonces, la luz se hizo presente, dejando ver a un gran grupo de personas.
Sin embargo, lo que más sorprendió a Izuku, fue que habían parejas.
Parejas homosexuales.
Miró a Kacchan con asombro, que rápidamente fue sustituido por alegría al ver la sonrisa que él le ofrecía.
—Este es un lugar donde podemos estar en paz —dijo Katsuki, pasando un brazo por sus hombros y saludando con una de sus manos a las personas ahí reunidas—. Aquí nos podemos amar sin miedo de que nos juzguen.
—Vaya, ¡qué poeta! —dijo un desconocido, al cual Izuku miró con curiosidad. Su cabello rubio dorado tenía un mechón negro, similar a un rayo. Sonreía, abrazado de un chico mucho más alto que él, de cabello rojo en puntas y ojos rubí—. Anda, anda, presentanos, Kats, presentanos, llevo mes y medio esperando conocerlo como para que te tardes tanto en presentarnos.
La risa de ambos se hizo escuchar, al igual que es suspiro del rubio cenizo.
—Deku, él es Denki —presentó, señalandolo—. Trabaja en Tokio Correo junto con Eijiro —Señaló al pelirrojo—, quién es su pareja. Son mis... conocidos.
El rostro de Denki se contrajo en indignación, e Izuku quiso reír.
—¿Cómo que conocidos? ¡Somos tus amigos desde hace más de diez años, que te pasa!
—Dejalo, amor, quiere verse genial delante de Izuku —rio Eijiro. Con una ligera inclinación de cabeza, sonrió al pecoso—. Es un placer, Izuku. Katsuki se ha convertido en una persona gracias a ti.
ESTÁS LEYENDO
Letras Entrelazadas (Katsudeku)
Hayran Kurgu1896. En un tiempo donde jamás se aceptaría algo como la homosexualidad, una carta llega a Izuku. No dice nombre o dirección del remitente. No le da indicios o una pista para saber quién la envió. Solo sabe que esa persona es un chico, y ese chico e...