Capítulo 7

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Con toda la alegría del mundo, Izuku tomó un libro de tapa dura, su pluma y tinta, el precioso papel de carta y partió corriendo fuera de su habitación, bajando las escaleras con premura.

—¡Madre! —gritó, sin importarle mucho la regla de no gritar. ¿Quién le diría algo? Solo estaba su progenitora y seguramente Kacchan, que dormía plácidamente en su habitación—. ¡Voy a estar en el jardín, en caso de que venga Shoto!

Ni siquiera esperó a escuchar la respuesta de su madre, pues el mayordomo le abrió las grandes puertas con una carcajada divertida y este salió disparado hacia afuera. No dejó de correr hasta que dio casi media vuelta a la casa, encontrándose con el jardín que de generación en generación se había ido cultivando, creando un paraje hermoso a cualquier ojo humano.

Con la respiración acelerada, se sentó en el pasto y puso sobre el libro el papel de carta. A un lado, donde faltaba verdor y había una pequeña abertura plana, puso el frasco con tinta y procedió a empapar la pluma en ella.

Ese mismo día había leído la carta anterior que aquel desconocido envió. Se puso tan contento por la idea de un nuevo amigo, que sin dudarlo, ya estaba pensando que escribirle. También tenía plena certeza de que no le gustaba para nada llamarlo "KC". Nop. Tenía en mente un apodo bastante lindo, y además cultural.

Cualquier jovencita de Tokio conocía a Kei Kima. El protagonista de Mil noches en tus letras. Le escribió mil cartas a su amada, y fue tanta la influencia de sus versos, palabras y el amor que profesaba, que solo bastó eso para enamorarla. Cuando ella lo vio por primera vez, cayó perdidamente, aún más, enamorada de él.

Seguro al desconocido le gustaría que Izuku lo llamara Kei. ¡Compararlo con tan perfecto hombre! Sí, todo un honor.

El pecoso no esperó más y volcó sus pensamientos en el papel.

Querido Kei:

Antes que nada, quiero decirle que he decidido apodarlo de esa forma debido a cierto protagonista romántico que removió los corazones de toda mi generación. ¿No le molesta? Por favor, le ruego que me diga si le es incómodo, para solo llamarlo KC. 

Volviendo a las mil preguntas que tengo en mi mente, me gustaría saber sobre muchas cosas, pero temo ser excesivamente invasivo, así que solo comenzaré con lo que a mi respecta.

¿Cómo me conoce? 

Esa duda ha surgido desde el primer momento. Y también creo que lo conozco, ya que usted alabó el hecho de que no lo recordara.

En segundo lugar, ¿qué debería hacer para merecer un poco de su confianza? Juro que no expondré sus sentimientos a nadie, si eso es lo que teme. Tampoco diré nada en lo que respecta a esto. De verdad me gustaría poder conocerle sin cartas de por medio, pero si no se siente seguro, me conformaré con este medio.

De modo que espero una cercanía con usted, tengo una pregunta que definirá todo.

¿Cuál es su color favorito?

¡Lo sé, tal vez es un poco tonto, pero puedo saber mucho sobre las personas con respecto a esa pregunta!

Mi color favorito es el rojo. Como el rubí. Eso significa que soy una persona pasional, ¿sabe? Según mis estudios, el gran por ciento de las personas que adoran ese color, son intensos y aman con todo, aunque no siempre se describe literalmente. ¡Por ejemplo, también se dice que son personas que odian mucho! ¡Pero no me veo en posición de odiar a nadie! ¿No cree que hay cosas que están relativamente fuera de lugar? 

Me encantaría intentar descifrar su personalidad con respecto a sus gustos. Comencemos por el color.

Con cariño,
Izuku.

Terminó de escribir y dio el visto bueno. Podría fingir ser bastante tranquilo, sin embargo, ahí estaba, confesando que clasificaba a las personas de acuerdo a sus gustos en colores. Sonrió y esperó que la tinta se secara para poder guardar la carta.

Entonces alguien se sentó enfrente.

Levantó sus ojos con premura, repentinamente inundado en pánico. ¿Y si descubrían que se escribía con alguien? ¡No podía ser!

Pero no fue así. El pánico se fue con rapidez al ser sustituido por la vergüenza y la admiración llena de deleite, pues Kacchan estaba enfrente de él, despeinado, con la camisa a medio abrir y bastante desaliñado, informando que había recién despertado.

Pudo observar con más vergüenza como sus ojos viajaban a la abertura de la camisa, donde se podían ver esos pectorales y su torso bien definido. ¡¿Por qué estaba ahí y así?!

—Deku, tu madre dijo que te pusieras un abrigo —habló Katsuki con la voz ronca, tallando sus ojos. Vio de reojo como Izuku escondía el papel y evitó sonreír—. ¿Qué haces tan desabrigado aquí afuera? Está por caer una helada tremenda. Idiota.

—¡Pero si tú estás más expuesto que yo! —chilló el chico, con los colores en su rostro—. ¡No puedes estar así aquí afuera, ve a vestirte, Kacchan!

Katsuki frunció el ceño, mirando su torso casi desnudo por la camisa entreabierta. La confusión se hizo visible.

—¿Por qué no? —preguntó. Se acercó un poco más, poniendo aún más nervioso a Izuku, que quería morirse—. Estoy recién despertando, no me voy a vestir con los complicados trajes cuando apenas puedo pensar qué voy a comer. 

—¡P-Pero...! ¡La etiqueta...!

—Deku —Katsuki puso una mano en su boca, acallando y obligándolo a mirarlo directamente. El rubí que tanto le gustaba no se alejaba—. La etiqueta es una mierda y según mi magnífica teoría del evolucionismo, venimos del mono, por lo tanto somos animales evolucionados y los animales no usan ropa. Deberíamos perder el pudor e ir todos desnudos por ahí, la vida sería fantástica. ¿Te gustaría que estuviéramos todos desnudos? ¿Verdad que estaría bien?

El rubio evitó decir un "para verte sin ropa por fin", pero pudo contenerse por motivo de no asustarlo, pues ya veía al pecoso muerto de la vergüenza. Deslizó su mano por el cuello con pequitas de Izuku y finalmente se alejó, sonriendo con arrogancia.

—Es claro que impusieron las reglas de etiqueta y vestimenta para que personas tan hermosas como yo no enamoremos al resto del mundo con nuestros cuerpos esculturales —alegó Katsuki, completamente ególatra. ¡Le salía tan bien ser pagado de sí mismo...!

—¡Kacchan! —reprendió Izuku, pero no pudo negar la verdad. 

—Ya ve dentro —murmuró el ojirubí, soltando una risa—. Y envía esa carta, seguro la están esperando.

E Izuku pensó que había escuchado y visto mal, pues el tono y los ojos de Kacchan tenían un brillo macabro, pero a la vez triste.

Letras Entrelazadas (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora