Capítulo 1. El control de Max

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Un mes después

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Un mes después.

Estoy cayendo a un abismo del cual no hay salida, no puedo tocar ni ver nada, solo estoy cayendo. La oscuridad me acecha por todos lados y trato de gritar, pero no puedo emitir ningún sonido. Quiero detenerme, pero no encuentro nada con que sujetarme para detener la presión de la velocidad a la que iba cayendo.

Y desperté.

—¿Estás bien, Maddy?

Janis y Nora ya estaban sentándose en las butacas de mi lado derecho. Mi clase de cirugía iba a dar inicio y yo estaba siendo seducida por Morfeo. Anoche no pude dormir nada porque Max había tenido su primera prueba para salir al patio, y no fue nada nuevo que todo saliera mal cuando vio a uno de los sirvientes; no pudo controlarse por completo y terminó en un fracaso.

Luego Constanz tuvo que calmarlo y para mi sorpresa resultó ser una excelente ayuda para Gastón—quien no tenía paciencia para ser mentor—, si no estuviera yo involucrada, Gastón ya hubiera pasado sus garras por la garganta de Max para quitarse de encima el peso de convertir a mi hermano en un vampiro centrado.

Gastón lo hacía por mí, por verme bien, porque se trataba de la única familia que me quedaba y porque significaba mucho para mí tener a mi hermano conmigo para toda la vida.

—Me desvelé estudiando —mentí. Cerré mi enorme libro de cirugía y me estiré en el asiento.

—El examen es dentro de dos semanas —señaló Nora quien me ofrecía el vasito de café—, ¿No te está generando estrés algo más?

Janis tomó de su café y se acomodó el cabello. Quise ignorar todo lo posible esa última pregunta, no deseaba hablar mucho acerca de mi hermano y su nueva naturaleza. Me pesaba demasiado y me sentía culpable de todo esto.

—¿Cómo va todo con Max? —inquirió Janis con ese gesto de incomodidad y posiblemente una pizca mínima de interés.

Ya había pasado un mes desde todo y eran pocos los avances con mi hermano, su lado primitivo y sanguinario dominaba todavía. Hubo un experimento por parte de Constanz que me involucró en contra de lo que quería Gastón.

No resultó del todo bien, ella quería que Max me tuviera de frente sin ningún tipo de obstáculo—abrazándome, otra vez—, pues según a razón de Contanz, era importante estar en contacto con él para que mi hermano tuviera una capacidad adaptativa más sencilla. La primera vez no resultó nada bien y la segunda fue peor.

Gastón estalló de la furia que casi acababa por asesinar a Constanz, porque en esta última prueba Max estuvo apenas tres segundos frente a mí cuando se lanzó a atacarme. Constanz lo contuvo, con su habilidad escalofriante, tiene la capacidad de hacer crecer su cabello de manera exageradamente larga, sus cabellos no son solo bonitos, sino letales, tienen filosas puntas microscópicas que destrozan a sus víctimas.

En esa ocasión tuvo que usar el largo de su cabello, como toda una muñeca Rapunzel para enrollar a Max y causarle dolor físico. Gastón solo se preocupaba por mi bienestar, logró quitarme a tiempo mientras que Constanz se encargaba de entrenar a mi hermano.

3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora