Maddy
Abrí una vez más mis ojos, sus aromas se mantenían cerca de mí todo el tiempo, los escuchaba hablar en susurros aunque se esforzaran en guardar inútil discreción. La oscuridad se volvió parte de mi encierro y de alguna retorcida manera me reconfortaba para seguir bajo el control de mis nuevas sensaciones, de mi nueva mente e incluso de mi cuerpo.
Aclaré mi vista y la figura de ese joven de cabellos naranjas se encontraba al otro lado de los barrotes que aseguraban mi encierro.
La garganta la tenía cada vez más seca, me picaba como si hormigas treparan sobre las membranas de mi laringe para morder.
—Mi señora ¿Cómo se encuentra?
—Sedienta —carraspeé la palabra.
—¡Joder! ¿Han escuchado? Cortalenguas sí lo escuchó, mi ama por fin ha respondido con inteligencia una pregunta.
—¿Cómo que con inteligencia? Gárgola insolente.
El rugido de esa voz aceleraba mi cabeza. Ya estaba acostumbrándome al frío que me proporcionaba mi cuerpo, algunos impulsos agresivos los había superado días atrás con las sesiones que me impartía Constanz con su infinita paciencia por trabajar con novatos. Max era otra aportación importante a mi nueva vida. El reflejo de mi persona no aparecía en ninguna parte; cuando perdía un poco el control las uñas me crecían a una velocidad antinatural y me producía una tormentosa idea de destrozar todo por alimentarme.
Gastón me proporcionaba el alimento necesario para adaptar mi cuerpo a la nueva dieta, esa viscosidad mezclada con un sabor a hierro llenaba mis ansias, era como una bestia queriendo saciarse a máxima velocidad y seguir así por mucho tiempo, no tenía autocontrol cuando el olor a sangre estaba cerca.
Luego estaba el recuerdo más inocente de todos, el de mis tres pequeños que me mandaban dibujos cada cierto tiempo, cartas donde escribían que me extrañaban. Temía tanto por no saber controlarme frente a ellos, que me mantenía arrinconada en mi celda.
—Maddy —la voz de Gastón me hizo girar la cabeza.
Estaba justo frente a mí, adentro de la celda donde me había depositado para ayudarme con mi transformación. No me tenía miedo, no había ninguna protección que lo ayudara a detener algún ataque mío.
El silencio sigiloso con el que ingresó ni si quiera lo había percibido, era mucho mejor vampiro que yo evidentemente, agregando que mis pensamientos me atormentaban sin parar que me olvidaba de expandir mis demás sentidos.
Ya no era necesario acercarme a él para distinguir ese aroma peculiar a él, aunque ahora era mucho más marcado, el olor a libro viejo con una mezcla interesante del frío de las montañas.
Su camisa negra y sus pantalones a la cadera le sentaban bien, tan oscuro como siempre se había hecho notar ante todos. Su cabello seguía manteniendo un largo apropiado y lo había peinado para dar ese toque de elegancia y superioridad. Tal alto y fornido, tan letal como cautivador. Una pesadilla para quien no lo conocía y un deseo excitante para quien tuviera la dicha de estar con él.
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3° El amo del desastre
VampireTomo III Con la llegada de un nuevo inquilino, Maddy se encuentra en un dilema entre ayudar a su hermano Max a convertirse en un vampiro centrado para pronto unirse a su nueva raza y entre abandonar toda su humanidad; pues una parte de ella como Dr...