No podía dejar de ver con horror y fascinación a partes iguales la imagen de Gastón como todo un vampiro, en su forma real, la de un monstruo sanguinario que no conocía la compasión de sus víctimas.
Constanz estaba enlistándose, sacando sus uñas y el cabello fue tomando su propia vida para levantarse en ondas peligrosas, como si estuviera flotando dentro del agua, la gravedad no la conocía.
Cortalenguas se acercó a mí para darme las armas que portaba con tal de dejarme segura.
—Úselas, mi señora. Mi amo está llamando a Cortalenguas, y Cortalenguas no permitirá que esté desarmada.
—Pero tú...
—Mi amo se encargará.
Miré más allá de los arbustos y árboles que conformaban el bosque, Max y las gárgolas en su forma humanoide venían a toda velocidad. Gastón se irguió con esa imagen bestial y con sus garras pudo chasquear los dedos para emanar una brisa sobrenatural que hizo transformar a las gárgolas en criaturas guerreras.
Tome los cuchillos de Cortalenguas y las acomodé en mi arnés. Max se detuvo en seco al ver a Gastón quien se lanzó al acantilado. Mi primer instinto fue correr hacia a él, pero tan pronto como me acerqué una masa gris surgió con enormes alas hasta llegara a una de las torres del castillo.
—Por amor a Hipócrates —mi voz estaba en un hilo, impactada por lo que fui testigo.
—¿Gastón?
Max apareció a mi lado y yo me lancé a sus brazos.
—Me da gusto verte bien, Max.
—¿Tú estás bien, Mad?
Asentí.
—Gastón se transformó en esa cosa y... creo que no hay manera de hablar o detenerlo.
—¿Detenerlo? A Gastón ya no podemos detenerlo.
Ya teníamos a los vampiros sobre nosotros, Constanz se encargaba de algunos con sus propias garras y con ayuda de su cabello que destrozaba como sierra eléctrica.
Pero son habitantes, no tienen la culpa de estar bajo las influencias detestables de Ledger. Ese bastardo solo quería ver al mundo arder y que los más fuertes sobrevivieran. No iba a matar a ningún Valfartneano. Solo me encargaría de acabar con uno que estaba creando toda esta guerra sin sentido, solo por querer tomar un trono que no le pertenece.
Salí corriendo rumbo a la entrada del castillo. Penumbra que cubrió ante unos vampiros de clase baja, incluso Martillo les prendió fuego para mantener el camino libre para mí.
Los temblores continuaban y más intensos que antes, tuve que sostenerme de las paredes oscuras y encontrar un camino seguro para no terminar entre escombros que caían sin aviso.
Llegué a una sala que fue inundada de rugidos monstruosos que alteraban mis sentidos, mi piel se erizó tanto que creí que quedaría paralizada por lo horribles que eran.
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3° El amo del desastre
VampireTomo III Con la llegada de un nuevo inquilino, Maddy se encuentra en un dilema entre ayudar a su hermano Max a convertirse en un vampiro centrado para pronto unirse a su nueva raza y entre abandonar toda su humanidad; pues una parte de ella como Dr...