Capítulo 26. Maserati

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Tuve que sujetar mi sombrero y mis gafas de sol por la oleada de fuerza que lanzaban las llantas en la curva

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Tuve que sujetar mi sombrero y mis gafas de sol por la oleada de fuerza que lanzaban las llantas en la curva. Max practicaba arduamente para la final de su competencia. Mi hermano fue aumentando su fama como corredor de autos de la RCC en muy poco tiempo y ha tenido una excelente respuesta de los aficionados. Gastón consiguió los cambios de su pista deseada y la inauguración fue un rotundo éxito, los boletos en taquillas se agotaron y había gente en espera por las siguientes fechas de las carreras.

Decidí conocer la pista junto con Constanz que cargaba con ella una sombrilla que la hacía lucir como una muñeca de época, tan delicada y femenina. Se había colocado litros de protector solar en el rostro y parte de sus brazos e incluso, se colocó un sombrero negro para tener una triple protección.

—Creí que en este lugar no salía el sol.

—No suele hacerlo.

—Pero está haciendo mucho calor.

Estábamos apenas rozando los veinte grados, había más sol de la cuenta, pero en las sombras el frío atacaba como tormenta invernal. Gastón decidió quedarse en el palco vip mientras supervisaba más cosas de su imperio de carreras de autos con otras personas que tenía a cargo de la pista de la RCC.

—Me siento asfixiada con el calor que hace.

—Deberías de regresar con Gastón.

Constanz me miró por encima de sus lentes oscuros, con esos ojos que juzgaban hasta el alma.

—¿Bromeas? Es aburridísimo estar con él —de nuevo me miró sin necesidad de mover sus lentes—. Sin ofender, pero mi hermano es el ser más aburrido que conozco y de muy mal carácter. Prefiero convivir con los insignificantes y deliciosos mortales como tú y... bueno, Max lo conocí siendo un novato.

Sonreí, pude darme cuenta de que Constanz adoraba las pistas de carreras porque se emocionaba con la idea de ver a Max conducir. En lo que llevaba la competencia de la RCC, no faltó a ningún día con tal de disfrutar de ver correr a Max.

—A mi hermano le gusta que lo veas correr.

Constanz chasqueó la lengua.

—Cretino insolente.

Me reí y de nuevo sujeté mi sombrero cuando Max pasó a toda velocidad frente a nosotras.

—¡Joder! Ese hombre quiere terminarse el pedal.

Constanz apenas pudo sostener su sombrilla para volver a ponerla sobre ella.

—Sol de mierda —despotricaba entre dientes.

—Vamos adentro, creo que Max ya está por dar la última vuelta.

Constanz se pegó al suelo, fue imposible moverla.

—Aquí lo espero, él dijo que tenía algo que darme cuando terminara su práctica.

Arqueé una ceja y miré el auto de Max que ya estaba por girar en la curva.

3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora