Cerré mis ojos, me conecté con los sonidos que la naturaleza salvaje que este sitio tenía; desde las enormes patas de Penumbra levantando trozos de tierra en cada paso veloz que daba, hasta la sacudida de alas del guiverno que estaba a unos metros de distancia en el cielo, encargándose junto con Constanz de las posibles amenazas que ya teníamos encima.
Los escuché, abrí mis ojos y miré a mi derecha, un vampiro más animal que humano venía directo a nosotros. Penumbra se elevó entre el campo abierto y utilicé mi espada, toda mi fuerza la imprimí en el choque que provoqué cuando atravesé la pobre estructura ósea que conformaba el pecho del vampiro. La sangre putrefacta me salpicó un poco y me deshice de él.
Al frente pude ver como Max iba a la velocidad de Pesadilla, ambos corriendo como si se tratara de una maratón en pareja, solo que sin los tobillos unidos con una pequeña cinta. Destrozó a dos vampiros más mientras que en el cielo, Constanz y Komodo se encargaban de los demás que no pudieron alcanzarnos. Gracias a ella era más sencillo recorrer todo el campo.
—Vienen más —advertí a Penumbra. Limpié la espada todo lo que pude y me preparé.
Dos vampiros venía desde las alturas de los pinos, destrozando ramas y casi doblando el tronco del árbol.
—¡Arriba! —ordené, al tiempo que envainaba mi espada.
Penumbra al segundo siguió mi instrucción. Me concentré en mi trabajo, doblé mis rodillas para equilibrarme hasta ponerme de pie sobre el lomo de la bestia que montaba. No había necesidad de explicarle, él entendía mi intención. Saqué mis cuchillos—ambos bañados de agua bendita—, respiré profundo, sabía lo que podía hacer y los consecuencias de mis siguientes movimientos; el viento podría tumbarme y causarme una caída mortal, o podría acabar como alimento para los vampiros de categoría baja.
Guardé todo miedo en mi interior, no era momento para temblar o dudar, haré lo que se me da por naturaleza, por mi sangre de Draconia... matar.
Los dos vampiros se lanzaron al aire al mismo tiempo, abrí muy bien mis ojos y di un salto mortal, llevé mis piernas hacia arriba, me enderecé todo lo que pude y clavé las hojas afiladas y bendecidas en sus cráneos, con la misma gravedad bajé los cuchillos por todo su cuerpo hasta abrirlos con perfectas líneas. Los cortes longitudinales en cirugía ayudaban.
Caí, joder... caí y tan pronto como mis piernas regresaron hacia abajo al girar por completo mi cuerpo, un de mis cuchillos fue tomado por Penumbra, su hocico se cerró para sostenerme y me ayudó hasta aterrizar sana y salva.
—¡Eso fue impresionante! —exclamó Max, ahora montado en Pesadilla—. Arriesgado, pero impresionante.
Sonreí y miré a Constanz.
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3° El amo del desastre
VampireTomo III Con la llegada de un nuevo inquilino, Maddy se encuentra en un dilema entre ayudar a su hermano Max a convertirse en un vampiro centrado para pronto unirse a su nueva raza y entre abandonar toda su humanidad; pues una parte de ella como Dr...