17.

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-Perfecto, acabo de perder mi oportunidad de recuperar a Spreen-Juan pensó-¡No fue culpa mía y yo me estoy comiendo la cabeza por esto! No es mi culpa que no valore mi intentó de pedir perdón y que no admita que soy la gran verga-Se excusó y se tiró sobre el sofá.

Sacó su celular y le envió un mensaje a Rubí, si no es con uno pues con el otro, por muy egoista que sonará, vida solo hay una y él no la desperdiciaria tirado en el sofá llorando.

-¿Estás en casa?   15:45 ✓✓

-Sí, ¿Por qué? ¿Quieres verme? ;))

-Así es, digamos que extraño a la segunda persona más hermosa de tortilla; la primera soy yo.  15:46 ✓✓

Se rio después de escribir eso, a veces ni siquiera lograba entender como era tan egocéntrico.

Juan había empezado a vestirse sin embargo algo lo paro, empezó a sonar una música.
Debían ir a la iglesia a ver al profeta.

Le llegó un mensaje al teléfono y el castaño lo leyó.

-Uh, creo que no podrás venir, hay misa, ¿Vamos juntos?   

-No me lo repitas, ¿Nos vemos en la plaza central?  15:52 ✓✓

-Te espero.  

El hechicero suspiró, odiaba ir a misa y soportar al profeta y sus largas charlas aburridas, aún así fue allí. Además ahora tenía una razón para ir.

El hechicero fue hasta allí, sonriendo tontamente cuando vio al híbrido marrón, corrió y se envolvió en sus brazos, siendo correspondido por el otro.
Entraron y se sentaron en la última fila, hablando en voz baja, siendo escuchado por otro híbrido que estaba justo delante.

El híbrido negro los escuchaba pero no se giró en ningún momento, se levantó de su asiento y se sentó al lado de su mejor amigo, Carrera, que estaba a unas bancas adelante.

-Che, ¿Viste qué el pelutudito de Juan vino con la osa puta?-Preguntó el de ojos violeta sentándose a su lado y haciendo un chasquido con su lengua, miró de reojo a su ex pareja y a su acompañante.

-Eh, vos también te gusta sufrir, dejá de mirar a esos dos boludos, te hacés daño vos solo y luego andás llorando-Se quejó en voz baja el de ojos verdes.

-Pero es tan bonito...-Suspiró el híbrido, en ese momento el hechicero se giró hacia él y le dedicó una leve sonrisa.

El pelinegro apartó la mirada y habló con su amigo.

Lo tenía decidido, no iba a volver a hablar con el hechicero, al menos lo intentaría no hacerlo, esa era su intención; Que lo consiguiera o no era otrs cosa.

Después de la que parecía una interminable hora escuchando al profeta todos los habitantes salieron de allí corriendo.
Nadie soportaba al profeta.

-¡Quietos!-Exclamó el Profeta, negandoles que salieran de la iglesia.

Todos se quedaron quietos, se dieron la vuelta a la espera del motivo de la interrumpición.

-Bien, ¡Tengo un anuncio importante que decirles! Uno de ustedes es mi hijo... ¡Es por eso que estoy aquí!

Todos se miraron para intentar adivinar al posible traidor, sin embargo, todos parecían igual de confundidos.

-Pueden ir en paz-Fue lo último que dijo el Profeta antes de dar media vuelta y desaparecer entre las cortinas de la iglesia.

Después de un buen rato mirándose con incredulidad cada uno se fue a su casa, cada uno ya tenía una teoría de quien podría ser, ya sea porque les caía mal... o nada más.
No habían pruebas de que nadie fuera el hijo del profeta, solo podian esperar a que dijeran algo oficial.

Spreen una vez fuera de la iglesia fue a la polleria, se sentó sobre el escritorio y empezó a escribir la noticia para su revista. Una oportunidad así no se podía desaprovechar.

No pudo hacer mucho antes de que volviera a pensar en su hechicero, ese que le volvía loco de amor y dolor, ese por el cual daría su vida si fuese necesario.

Su cara aparecía cada vez que intentaba escribir algo.

-Puto amor, me tiene las bolas por el piso-Pensó bastante angustiado, suspiró para calmarse y volver a escribir.

Infiel [spruan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora