80. Davo

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El recital debía concretarse dentro de los siguientes dos meses por varias razones, una de ellas era que el anuncio de la realización del mismo había llegado hasta los oídos de Marrero a través de la prensa, y éste se había contactado de inmediato con Malena para tratar de impedirlo, aduciendo que mi decisión unilateral violaba los términos del contrato que aún me unía a su agencia de representación.

No iba a permitir que boicoteara aquello como lo había hecho con tantas otras iniciativas mías en el pasado.

Lo llamé por teléfono tratando de ser lo más diplomático posible. Acordamos una reunión que se llevaría a cabo cuanto antes. Al día siguiente él ya estaba volando hacia Buenos Aires. Esa fue la segunda vez que tuvo que hacerlo desde que me había instalado allí, solo que en esa oportunidad venía con la seguridad de que lo recibiría.

El encuentro fue cordial, aunque un tanto distante. Nos reunimos en el estudio de la firma de abogados que me representaba en los Estados Unidos, representándome en las varias causas judiciales que estaba atravesando. Después de un par de horas de negociación, acordamos que retomaría los contratos que había dejado pendientes y que él continuaría siendo mi representante. A cambio de eso, debía concederme la realización del evento solidario y negociar con los demás demandantes que me dieran por lo menos tres meses de libertad de acción antes de volver al norte para retomar cada una de las actividades laborales en las que me había comprometido y que habían quedado en pausa indefinida desde aquella noche trágica en que había decidido dar un vuelco a mi vida.

Malena, que también había formado parte de aquel tenso «tira y afloja» laboral, me había convencido con anterioridad para que cediera tanto cuanto me fuera posible, pero que, bajo ningún concepto, comprometiera mi estabilidad emocional. Confiaba en ella. Sabía que sus consejo solo buscaban mi propio bienestar y que no tenía segundas intenciones.

Me cuidaba, se preocupaba por mí.

Me hacía sentir bien el rol que había tomado en mi vida. Aunque quizá siempre había intentado ocuparlo y yo no se lo había permitido. Me resultaba tan difícil permitir a los demás atravesar mi coraza. Hasta ese momento, había sentido que nunca nadie tenía interés en escucharme de verdad, que todos fingían preocuparse por mí y que cuando velaban por mis intereses, lo hacían pensando en los suyos. Había estado rodeado permanentemente de gente, pero sintiéndome desgarradamente solo.

Después de firmar el acuerdo con Marrero, en el que además me comprometía a un resarcimiento económico por el tiempo de inactividad en el trabajo, podía dedicarme de lleno al recital comprometido con Fabrizio. Intenté concentrarme solo en eso y olvidar lo agotador de lo que vendría después. Aunque, quizá a mediados del año siguiente, volvería a disfrutar de cierta tranquilidad. Y había decidido ser mucho más selectivo en los proyectos venideros, para poder dar mayor espacio a actividades que me hicieran sentir mejor.

—Comió muy poco, Davo —observó mi asistente al recoger el plato casi intacto frente a mí.

—Me comí toda la ensalada —respondí casi con un tono infantil.

—Pero ha dejado la carne.

—Como lo que puedo, Malena —me disculpé.

Apretó los labios en un gesto de impotencia y se giró llevando también el suyo para la cocina.

—No sé por qué no deja que contrate a alguien que se quede con nosotros todo el tiempo para que se ocupe de estas cosas —alcé la voz para que me escuchara en cuanto estaba en el otro ambiente.

—Porque a mí no me molesta, por el contrario. Me parece que con la ayuda de Mabel durante el día es suficiente —comentó al regresar—. Usted mismo dijo que se había acostumbrado a que no hubiera gente todo el tiempo dándole vueltas.

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2023 ⏰

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