Pareció disculparse con los hombres que conversaba y se puso de pie, sin quitarme los ojos de encima. Sentí que estaba a punto de ponerme a llorar, pero no era tristeza, ni siquiera alegría lo que me invadía. Eran tantos los sentimientos que me sacudían, y tan confusos, que creí que no lograría contenerlos dentro de mí y que ellos mismos buscaban escaparse a través de mis ojos.
Empezó a caminar en dirección a nosotros.
Mi instinto de conservación me pedía huir de allí. De repente, volvió todo el dolor de aquella última noche, reviví cada detalle, cada lágrima, cada grito. Aquella desesperación, única y que jamás volví a sentir. La sensación desgarradora al advertir que todo lo que tenía estaba sido arrancado de mí. En un segundo, rememoré todos los meses que me costó recuperarme, aunque fuera lo suficiente para volver a la escuela, para retomar una vida que había perdido su sentido. Porque volver a vivir, realmente vivir; poder sentirme otra vez entero, eso jamás sucedió.
Aquellos metros que nos separaban parecieron eternos.
Con cada paso que daba, notaba su indecisión. No podía dejar de preguntarme qué estaría sintiendo, qué pasaría por su mente.
Laura, Beatriz y Leo seguían hablándome, pero yo no lograba escucharlos.
Solo reparaba en él, en su caminar hacia mí. Y que allí estaba yo, inmóvil, vistiendo un traje turquesa que no hubiera podido soñar en aquella época, usándolo a modo de armadura. Pretendiendo esconderme en él, protegerme. Resguardándome tras el escudo que representaba el personaje de Davo, el famoso, el exitoso, el de la vida envidiable. Su gracia y carisma habían sido mi única protección frente a un mundo que nunca reparaba en mis sentimientos, que me había quitado todo lo que alguna vez me había hecho bien.
Al fin se detuvo frente a mí.
Había llegado la hora.
No se parecía al Fabrizio de mis recuerdos, supongo que los años transcurren para todos. Tenía el pelo bastante canoso, llevaba barba corta y algunos kilos de más. Su rostro cargaba marcas que me hubiese gustado no tener que ver. No porque lo afearan o lo avejentaran, sino porque me hablaban de sufrimiento, de pesares que yo desconocía. Tenía la mirada cansada, mustia diría. ¿Estaba triste por la situación? ¿Por nuestro reencuentro? ¿O la vida también había sido demasiado dura con él? ¿Qué le había ocurrido en todos esos años? ¿Por qué no había estado yo allí para sostenerlo? ¿Qué nos había devastado de esa manera?
—Ey —dijo.
Su voz sonaba más grave de lo que recordaba, pero era innegablemente la misma. Imposible no reconocerla. Me hubiese dado cuenta de que era la suya entre un millón de otras voces.
—Ey —repetí.
Se acercó y me abrazó.
Me estreché a él tanto cuanto pude.
Se me entrecortó la respiración.
Jamás debí esforzarme tanto como en ese momento por mantenerme en personaje, por no quebrarme, no desintegrarme en su abrazo.
Reconocí su aroma.
Tan propio, tan único.
Se distanció apenas unos centímetros y tomó mi rostro entre sus manos.
Su piel se percibía distinta; sin embargo, su toque era el mismo.
Todo me resultaba tan familiar, lo había extrañado tanto.
—Pero mirate —dijo con una sonrisa ensombrecida.
—¿Cómo estás? —disimulé— Tanto tiempo.
—¿Viste, tano? Se lo ve igual que en la tele —soltó Laura, entusiasmada.
Había olvidado que estaba allí.
Deseé que no hubiera nadie cerca.
—Al lado de él, parecemos todos pordioseros —acotó Bea riendo.
—Flor de traje, ¿no? —agregó Leonardo.
—Como la estrella que siempre fue —señaló Fabrizio.
¿Había nostalgia en su mirada o era yo queriendo convencerme de que algo de lo que habíamos sido continuaba en nosotros?
—Gracias —atiné a responder.
Repetir que no sabía cómo me sentía, tal vez sea una redundancia, pero de verdad no lograba esclarecerlo. Me intuía tan ajeno a todo lo que me rodeaba, aunque tan consciente que formaba una parte indivisible de mí. Sabía que me había vestido de esa manera porque así querían verme, pero también para que todos creyeran, incluido Fabrizio, que había podido seguir adelante. Que había triunfado. Que había sabido dar vuelta mi realidad, conquistar mis sueños. Que había sobrevivido a las mezquindades de aquel otro tiempo.
"Mírenme, nada de lo que sucedió ha logrado lastimarme".
¿Por qué necesitaba mentir de esa manera?
Un mozo pasó junto a nosotros con una bandeja repleta de copas de champan. Cada uno de mis acompañantes tomó una. Fabrizio, al ver que yo no atinaba a hacerlo, agarró una segunda y me la alcanzó. Podría haberla aceptado y luego hacerla desaparecer sin que nadie se diera cuenta, pero algo de mi verdad parecía querer manifestarse. Algo del verdadero David.
—No, gracias —dije—. No puedo.
No precisé decir más para percibir en sus ojos que sabía de lo que estaba hablando. ¿Habría leído en los periódicos sobre mi lucha contra el alcoholismo? ¿Sobre el caos causado en mí por las drogas y tantísimos otros excesos? ¿Acaso era lástima lo que había llenado su mirada?
Un fotógrafo se acercó a nosotros y nos preguntó si nos podía tomar una foto, hubiese preferido que no, pero Bea aceptó de inmediato. Ellos tres se apretujaron para caber en el encuadre, pero Fabrizio y yo mantuvimos una leve distancia. Puse mi mejor cara ensayada, la sonrisa que el mundo esperaba.
Para ese momento, ya todos los presentes sabían que yo estaba allí. Algunos se acercaron para saludarme. Él se hizo a un lado, lo miré por un segundo y me sonrió con timidez. Conocía sus gestos por compromiso. Leonardo, que se había visto rodeado de mujeres, se paró junto a él y le buscó conversación.
Se formó otro grupo para hacer fotos y luego otro y después uno más.
Todos vinieron a saludar, inclusive los que no me habían dirigido la palabra en cinco años de secundario. Odiaba esas multitudes. Me sacaba de quicio la hipocresía de quienes se me acercaban solo porque era famoso, para después poder usarme como tema de conversación, para criticar cómo me veía, lo antipático o superficial que les había parecido.
Volví a buscar a Fabrizio.
Ya no estaba junto a nosotros, se había marchado.
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TAMBIÉN LO RECUERDO TODO
Romance¿Sabes qué siente realmente tu artista favorito? Davo ha sido durante tres décadas el actor y cantante más conocido de su generación. Ha conseguido lo que pocos en su carrera, pero cuando esta comienza a declinar, se encuentra en la más absoluta sol...