43. Zeta

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Llegamos antes de la hora pactada al bar en Flores donde se presentaría su grupo. Javier fumaba en la puerta, sobre avenida Rivadavia. Se acercó hasta el auto para saludar. Le dio un beso en la mejilla a Davo y chocó un puño conmigo.

—Todavía es temprano —dijo.

—Sí, quise venir con tiempo para calentar la voz y ensayar un poco. Hace como un mes que no actuamos —respondió David.

Abrió su puerta, se bajó con la ayuda de nuestro compañero y se alejó sin agregar nada.

Me dirigí a buscar donde estacionar. Cuando regresé, el lugar aún no abría para los clientes. Me permitieron ingresar cuando me anuncié como acompañante de la banda, que hacía una prueba de sonido sobre un pequeño escenario montado al fondo del local.

—¿Estás seguro de que podés cantar? ¿No te va a perjudicar en la recuperación? —le preguntó Javi al terminar una canción, viendo que David se tomaba un costado del cuerpo como si algo le doliera.

—Ya te dije que puedo hacerlo —respondió David un tanto impaciente.

Intuí que aquella pregunta se habría repetido varias veces en lo que llevaban de ensayo y que por el modo en que había sido contestada, Davo trataba de convencerse a sí mismo de estar listo.

Me preocupaba que no lo estuviera.

Traté de ayudar en lo que me fue posible hasta que comenzó a ingresar el público. Una vez que el bar se hubo llenado, me ubiqué en una de las mesas reservadas para invitados, a esperar a que llegara Mina con su novio. También vendrían algunos compañeros del colegio y gente de las clases de teatro de los chicos.

Cuando ya todos habían llegado, consulté mi reloj pulsera y vi que habían pasado treinta minutos desde la hora en que se suponía en que comenzarían a tocar.

Seguía sintiéndome nervioso.

Al poco rato, alguien de una mesa cercana le preguntó a uno de los mozos si no habría música en vivo aquella noche.

—En cualquier momento empieza —respondió el empleado, señalando uno de los afiches con el anuncio de la presentación.

Estaban casi una hora atrasados y el público parecía impaciente.

¿Y si en verdad David no estaba listo para salir a cantar?

Le avisé a mi hermana que regresaría pronto, tenía que averiguar qué ocurría.

La trastienda se encontraba a media luz, pero ni bien me abrí paso a través del cortinado que la separaba del resto del bar, me encontré con los cuatro integrantes de la banda abrazados, con sus cabezas agachadas y los ojos cerrados. Parecían rezar o estar concentrándose. "¡A romper todo!", gritó el baterista. Se dieron ánimo unos a otros y se separaron. Javier siguió algunos pasos a David, tomándolo desde atrás y envolviéndolo con uno de sus brazos.

—¿Estás seguro que vas a estar bien? —insistió.

—Vos no te preocupes.

—Mirá que suspendemos todo sin problemas, eh. No tenemos ningún compromiso con ese tipo. Además, ni sé si vino.

—No me importa si vino o no el representante, Javi. Hoy voy a cantar mejor que nunca, te lo prometo.

Javier asintió.

David se giró y lo tomó por los hombros.

—Gracias, hermano —le dijo—. No sabés cuánto valoro todo lo que hacés por mí, algún día voy a poder retribuírtelo.

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