༺Capitulo diez.༻

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Después de una semana de ajetreadas tareas por fin llegó el sábado, estaba muy ansiosa, aunque mi memoria aún tenga lagunas mentales las cuales se rellenan poco a poco, mi memoria muscular sigue intacta, puedo recordar los movimientos que hizo la Socqueline del pasado a la perfección y eso es algo que aprecio.

Llegué un poco temprano para esperarla, y es que si soy sincera Kagami siempre ha sido uno de mis personajes favoritos, su forma de actuar y sus modales siempre me han gustado.

Cuando el reloj marca las 10:00 es cuando el carro rojo de Kagami asoma, del auto sale ella vestida con su típico uniforme rojo de esgrima y su careta junto con su florete rojo, yo por mi parte decidí usar mi antiguo traje de esgrima el cual tiene rayas azules y rojas a los costados del pantalón y la camisa con el símbolo de la academia D'Argencourt.

— Que puntual Kagami.

Bromeó con ella para ver si cambiaba su expresión sería.

— Los Tsurugi siempre nos orgullecemos de lo puntuales que somos.

— Pues quiero tomar clases contigo por qué me serviría en las mañanas de escuela.

Bromeó y pongo una actitud tranquila mientras entro con ella al recinto.

— Bien, me tomé el atrevimiento de ver las peleas grabadas de los torneos a los que has asistido y he de decir que eres muy buena, incluso mucho mejor que yo. Tienes mucha concentración y eso es bueno, pero te falta soltarte un poco, tus movimientos soy muy rígidos. Venga tengamos una pelea para calentar — Propongo mientras me pongo mi careta y ella con media sonrisa la suya para empezar a pelear.

(🎶🔊)

Contamos en voz alta "Uno" "Dos" "Tres" y empezamos, por mi parte defendiéndome y ella atacándome, en un momento donde ella hace su brazo para atrás para esquivar mi golpe e intentar ir de reversa veo una brecha pequeña y me agachó para para avanzar rápido moviendo solo mi muñeca con el florete estocándola.

— <<Touché>> — Expreso y ella se detiene.

— Eso fue muy rápido.

— Y ahí está el problema, pareces un robot cumpliendo las órdenes programas por una computadora, necesitas soltar más esa muñeca — respondo y ella se me queda viendo sorprendida.

Y fue así como empezamos a practicar, un día yo le enseñaba a ella y al tiro ella me enseñaba a mí. Fue muy difícil al principio congeniar, siempre me he clasificado cómo un alma tranquila como la brisa que viene en la lluvia y ella como un alma metódica, como el trueno que viene en la tormenta.

Al final decidimos encontrar puntos a favor para hacer amena la enseñanza.

Los primeros días llegue con varios raspones a casa y cabe decir que cuando le ayudaba a mi madre en su tienda era aún más difícil hacerlo por su mirada de reproche.

Poco a poco ella se fue soltando lo más que pudo, se que es de ella ser así ya que fue criada con esa mentalidad, pero me emociona ver un gran cambio al luchar ya que ahí es el único momento donde se ve su personalidad bromista.

Estábamos en uno de nuestros descansos, decidimos salir y comprar unos bocadillos ligeros mientras esperábamos el paso del tiempo.

— He decidido inscribirme en la academia D'Argencourt.

Expresó de repente dejándome sorprendida.

— Me gusto tu forma de pelear, y estoy que segura que la formación que hiciste te fue muy útil, incluso creo que más que con un maestro privado, así que decidí unirme para tomar clases ahí y ser una mejor esgrimista.

De reencarnaciones, guardianes y otros problemas. Por Socqueline WangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora