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❝ El último enemigo que será derrotado es la muerte...❞
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Emma iba tomada de la mano con Harry mientras caminaban, su nariz estaba roja del frío y tenia nieve sobre los hombros y la cabeza, pero no le molestaba, sentía que si cerraba los ojos podría imaginar que estaba en Nueva York y pronto vendrían los gemelos o su familia a molestarla. La agonía de no poder verlos realmente la estaba matando, extrañaba la risa de Wanda (y ahora sabía que siempre la iba a extrañar), los besos de Peter, las bromas de Pietro, los abrazos de Tony, los chistes de Yelena, y sobre todas las cosas, las charlas con Natasha.
Abrió los ojos. Los tres estaban de pie, tomados de la mano, en un camino nevado bajo un cielo azul oscuro donde las primeras estrellas de la noche titilaban. A ambos lados de la estrecha carretera había casitas con adornos navideños en las ventanas, y un poco más allá el resplandor dorado de las farolas señalaba el centro del pueblo.
— ¡Cuánta nieve! — susurró Hermione bajo la capa —. ¿Cómo no lo tuvimos en cuenta? ¡Con todas las precauciones que hemos tomado, ahora vamos a dejar huellas! Tendremos que borrarlas. Vayan ustedes delante, ya me encargo yo.
— Quitémonos la capa — propuso Harry, y al ver que Hermione se asustaba, añadió —: Oh, vamos. No tenemos nuestro físico y por aquí no hay nadie.
Emma suspiró y salió de debajo de la capa, dejando su cabello lucirse al viento. Muchas cosas habían cambiado en la joven, no sólo emocionalmente hablando; había bajado varios kilos por lo que estaba mucho más delgada, su piel lucia pálida y fría, y su precioso cabello teñido de negro ahora estaba más largo y tenía un color más castaño asemejado al café.
Harry se guardó la capa debajo de la chaqueta y, ya sin trabas, se pusieron en camino; la cara les escocía a causa del frío.
Luego, el camino por el que iban describió una curva hacia la izquierda y llegaron a la pequeña plaza del pueblo. En medio de la plaza, rodeado de luces de colores ensartadas y parcialmente tapado por un árbol de Navidad sacudido por el viento, se erigía un monumento a los caídos en la guerra. Había varias tiendas, una oficina de correos, un bar y una pequeña iglesia, cuyas vidrieras de colores relucían al otro lado de la plaza.