Dobby

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Capítulo 28.

ִֶָ𓂃 ࣪˖ ִֶָ🐇་༘࿐

Al despertar, era difícil saber si era de mañana o de tarde, ya que permanecían en ese lugar peculiar, amontonados unos contra otros. Draco y Enzo decidieron explorar el entorno. No podía ser todo lo que veían; tal vez era una ilusión óptica o algo por el estilo. Tan pronto como se fueron, los demás decidieron buscar indicios de comida. Por razones obvias, no encontraron absolutamente nada. Solo había un pozo extraño, o una fuente, aunque en realidad parecía más un pozo.

—Esto me está cansando —murmuró Tom, dejando caer su cabeza sobre la espalda de Elena para apoyarse.

Mattheo frunció el ceño y se acercó al pozo. Miró hacia abajo y solo encontró una oscuridad impenetrable; no había señal de nada, absolutamente nada. No se oía el más mínimo murmullo de agua, y ni siquiera una leve brisa parecía sugerir que hubiera algo en el fondo.

—Me duele el estómago... —murmuró Regulus, quien, al ser mirado, palideció como una pared.

Elena esbozó una sonrisa, pero al mismo tiempo un dolor de cabeza la envolvió por completo. No gritó, no se quejó ni se inmutó. Permaneció en silencio, como si el dolor punzante no existiera. Había aprendido a controlarlo con el tiempo, aunque no podía precisar cuándo ni cómo, pero lo manejaba con habilidad.

Edmund miró el "cielo", aunque en realidad no había un cielo al que llamar así. Era más bien una especie de caja blanca, con caminos y un pozo de lo más extraño. Ni siquiera sabía con exactitud adónde se habían ido Draco y Enzo, y lo más importante, cómo lo habían hecho.

De repente, como si fuera magia —algo que ya no les sorprendía en lo más mínimo—, un pequeño tallo de árbol brotó frente a ellos. Sus ojos se abrieron de sorpresa y una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Mattheo se acercó al pozo, extrajo el líquido que había aparecido de manera mágica y lo vertió sobre el tallo, como si fuera una suave lluvia.

Luego, el tallo comenzó a crecer. Se alzó y se expandió hacia los lados, creando un marco con sus ramas que se extendía por todo el espacio. Del tallo más alto comenzaron a brotar varias manzanas, y sin pensarlo dos veces, tanto Theodore como Mattheo treparon al árbol en busca de los frutos. Los demás los miraron con expectación, pero la forma inusual del árbol también despertó una curiosidad creciente en Tom. A medida que observaba, su ceño se frunció cada vez más, hasta que su expresión se transformó por completo, reflejando una mezcla de confusión y fascinación.

Tom dio un paso hacia adelante y, con suavidad, apartó la ropa de Elena. Ella se volvió hacia él con una expresión tranquila y al mismo tiempo curiosa. Tom, aun mirando el árbol, señaló una de las ramas. De repente, Elena soltó un grito que resonó y reverberó por todo el lugar. Edmund y Regulus alzaron la vista con desesperación, mientras que Mattheo y Theodore descendieron rápidamente del árbol.

La imagen de Draco y Enzo emergió de una de las ramas, provocando que Elena soltara un nuevo grito ahogado. Edmund iba a acercarse, pero fue rápidamente detenido por Theo, quien seguía observando con los ojos bien abiertos.

—No tenemos idea de qué es esa cosa ni cómo quedaron atrapados allí —dijo Theo con firmeza—. No debemos acercarnos sin entender primero la situación. Puede ser peligroso y no queremos arriesgarnos a quedar atrapados también.

Aquello sorprendió al grupo, ya que, por lo general, Theo y Mattheo solían ser los más imprudentes. Tom, sin perder tiempo, sacó su diario y realizó los movimientos precisos; las páginas se deslizaron sobre la tinta con fluidez. Escribió detalladamente lo ocurrido, tratando el incidente como un punto crucial que debía ser registrado con cuidado.

Los Reyes De La Noche (Slytherin Boys)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora