¿Amigos? ✗

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Capítulo 4

ִֶָ𓂃 ࣪˖ ִֶָ🐇་༘࿐

Elena, después de un largo y agotador día, estaba exhausta; sus fuerzas estaban al límite. Se estiró un poco y se asustó cuando un crujido proveniente de sus huesos resonó en la habitación. Sin darle demasiada importancia, se dirigió a la ducha, ansiosa por disfrutar de un momento de alivio. No había nada, realmente nada, que se comparara con la sensación de una ducha reconfortante tras un día estresante.

Mientras el agua caliente caía sobre ella, los músculos tensos comenzaron a relajarse, y el estrés acumulado se desvanecía lentamente. Al salir de la ducha, se envolvió en una suave y acogedora toalla que la envolvía de pies a cabeza. A medida que se acercaba a la cama, una sensación de inquietud la hizo detenerse y reflexionar. Giró lentamente sobre su eje y se quedó mirando la puerta con creciente preocupación. De repente, un golpeteo ruidoso comenzó a resonar del otro lado

—Elena —se oyó desde el otro lado.

La voz era ligeramente irreconocible; de hecho, no podía imaginarle un rostro a ese susurro tan extraño. Los golpes en la puerta no cesaban y, en lugar de disminuir, se unieron algunos más, creando una cacofonía inquietante. Elena frunció el ceño, se dirigió rápidamente a su tocador y tomó su varita que descansaba allí. La sostuvo por la parte inferior y, con cautela, se acercó a la puerta. Se enfrentaba a dos posibilidades fundamentales: o era alguien que intentaba hacerle daño, lo cual parecía lo más probable, o era alguien que realmente necesitaba su ayuda.

Al colocarse frente a la puerta, Elena apoyó su oído contra ella para captar cualquier sonido que pudiera indicar lo que estaba sucediendo. Los golpes cesaron de repente, y el silencio repentino la sorprendió, provocándole un escalofrío. La súbita ausencia de ruido la puso en alerta, haciéndola retroceder con cautela mientras intentaba entender la situación. Nuevamente, pegó su oído a la puerta, susurrando un diminuto y casi inaudible "¿Quién es?"

El silencio era perturbador, y con cada segundo que pasaba sin recibir respuesta o siquiera algún sonido desde afuera, su ansiedad crecía. Con un movimiento brusco y decidido, abrió la puerta. En cuanto lo hizo, sus ojos se abrieron de par en par por la impresión. De todas las personas que hubiese esperado encontrar allí, esa definitivamente no era una de ellas. Era el capitán de Quidditch de Slytherin, Flint.

—¿Qué quieres y qué haces aquí? —dijo con un semblante serio. Flint, con su cabello azabache, esbozó una sonrisa. Entonces, si habla de ese modo, ¿no están juntos, verdad?

—¿Entonces... no están juntos? —preguntó Flint. Elena frunció el ceño, sin entender a qué se refería. ¿Juntos? ¿Quiénes?

Lo primero que se le pasó por la cabeza a Elena fue que Flint podría estar drogado o alcoholizado, quizás debido a una celebración o una derrota en un partido. Lo que no lograba entender era qué hacía él, frente a su puerta, a esas horas de la noche.

—¡Te caíste de la escoba o algo así! —dijo Elena, cruzándose de brazos y visiblemente estresada.

—Solo responde esto: ¿estás con Flint o no? Si me das una respuesta, me iré.

—¡No, no te vas hasta que me expliques! Sé que no eres Flint. ¿Quién demonios eres?

Estaba claro que no era él. Aunque solo había intercambiado unas pocas palabras con Flint, Elena sabía bien que la actitud de este nunca se había comportado de esa manera; incluso su semblante era notablemente distinto. La forma en que se presentaba y se comportaba frente a ella no coincidía en absoluto con el carácter rudo y desafiante que conocía a la perfección por los comentarios de Draco hacia él.

Los Reyes De La Noche (Slytherin Boys)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora