Capítulo 11

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¡Perdonen la tardanza! He estado algo ocupada con cosas médicas... pero estoy aquí.

Si hay algún error intentaré arreglarlo después.

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Tus Labios Con Los Míos

POV Narradora

Algunos días después

Los días pasaban y así como la última vez, Juan había vuelto con su otra madre dejando un silencio y vacío en la casa.

Ambas mujeres se encontraban en el cuarto de la pelirroja limpiando de nuevo el reguero que el pequeño había dejado.

El ambiente era mucho menos tenso que la última vez que Juan se fue. La única tensión que se sentía era una física, una que se podría clasificar como sexual.

Las dos se robaban miradas solo para después sentirse culpables por haber visto a la otra de esa manera.

Se dedicaron a limpiar bien y mientras lo hacían Roberta volvió a tomar aquel libro de hace algunos días y solo lo miró atentamente para luego sentarse en su cama.

Mia, al robarle otra mirada notó lo que la pelirroja hacía.

Se sentó a su lado y se aclaró la garganta.

-¿Todo bien?—la rubia preguntó suavemente.

Roberta no contestó.

-Roberta—llamó del mismo tono.

-¿Hm?—salió de su trance y miró a Mia.

-¿Estás bien?—preguntó algo preocupada.

-Eh... sí, sí—alzó la mirada.

-Como que tu habilidad de mentir se esfumó ¿no?—se burló Mia.

Roberta soltó un suspiro.

-O tal vez aprendiste a descifrarme—sonrió a medias.

Mia también sonrió y posó su mano en su brazo.

-Sabes que me puedes contar lo que sea ¿verdad?

-Lo sé—susurró. -Es solo que... no sé, últimamente me siento muy sentimental, muy débil. Tantas cosas han pasado en estos años y algunas veces vuelven a mi para ocupar espacio en mi cabeza.

-Ser sentimental no es ser débil Roberta, no se cuantas veces se te tiene que decir—negó. -¿Pero sabes qué? Te lo diré mil veces y más para que por fin te quepa en la cabeza.

-Mia, sabes que no va funcionar. Desde temprano aprendí que llorar es una señal de debilidad.

-A ver, te pintaré una perspectiva.

Pensó por un momento.

-¿Lloraste cuando nació Juan?

-Pues sí—asintió.

-¿Te sentiste débil?

Negó.

-¿Entonces?

Roberta se encogió de hombros.

-Supongo que el culpable de mis pensamientos me crío de una mala manera para que pensara así.

-¿El?

Roberta suspiro y abrió el libro que tenía en la mano que resultó ser un diario que traía algunas fotos sueltas.

Tomó una foto y se la dio a Mia.

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