4. El intruso

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—Gracias Verne.

Él. «¿Cuándo había llegado? ¿Y Padme?», pienso mientras la coraza de valentía que me cubría hace unos días se hace pedacitos de pan. Tenerlo tan cerca me hace tener al qué pasará a continuación. Si él se acercaba más estaba totalmente segurx de que mi pulso se detendría.
Su amigo lo ignoró, sin quitarme los ojos de encima. Damián le sostuvo la mirada unos minutos, para después levantarse y acercarse a la barra.

—¿Y Padme? —pregunto con tono de preocupación y alivio. Alivio porque Damián se había alejado de nosotros, aunque sigo con Poe y estoy bastante convencidx de que también me quería devorar como si de una tarta apetitosa de nata fuera.

—No va a venir. Ella y Damián se han peleado —dice divertido, cogiendo las copas del jugo del placer, que hace unos minutos había pedido. Una buena propina le indica al camarero andrógino que puede irse.

—¿Y eso?

Con un leve levantamiento de hombros, me entrega mi copa. «¡Dios, qué bueno!» No es la primera vez que bebo alcohol en mi vida, pero este cóctel parece no llevarlo. Las luces a mi alrededor provocan que la bebida se me suba rápido a la cabeza. Damián vuelve a mi lado, mas no lo veo hacerlo.

Su mano se posa sobre mi pierna derecha y su boca se acerca a mi oreja, susurrando me dice—: Padme y yo lo hemos dejado. Bueno, mejor dicho, ella me ha dejado.

Su voz ronca me incomodaba a un nivel que no quería llegar y, su mano en movimiento, me indicaba que sus actos se debían a la docena de copas que descansaban sobre la barra de enfrente. El pobre barman tuvo que pedir ayuda extra para llevarlas atrás, a lavar.

—No muerdo, florecilla.

Poe se termina la mitad restante de su Ambrosía y me carga en brazos.

—Nos vamos. No la toques más —espeta con recelo. Damián también se ha levantado.

No obstante, mi secuestrador, musculado he de decir, le hace una zancadilla conmigo en brazos que lo acaba sentando de culo. Mientras, con la cabeza le indica a una camarera que le sirva una copa a su amigo y que la paga él.
En cuanto a mí, me lleva a casa. Una vez allí, me arropa en mi cama, y me sorprende dándome un beso en la frente.

—Descansa, la primera vez que pruebas la Ambrosía deseas mucho más pero hoy no será así —Cierra la puerta tras de sí al salir.

Al mirar la ventana, la noche ya ha inundado todo el cielo. Me doy la vuelta, como una croqueta en la sartén, entre las sábanas y las mantas para intentar dormir.
Imágenes de la actitud de Damián en aquel antro me inundaban la cabeza. ¿Qué hacía? ¿Por qué se comportaba así? ¿Qué había sucedido con Padme? Él no solía beber el jugo de la perdición, como decidí bautizarlo cuando leí su libro.

El sudor me corre la frente, un escalofrío lo hace en la espalda. Llegar a pensar que cualquier día podría ser una presa, me da un miedo que no quería admitir. Al menos, estando tan cerca de ellos. De seguro, Poe ya me había fichado para serlo.

Abro los ojos en la penumbra, necesito poner la mente blanca y, por suerte, el techo está sin pintar. Al mirar la pared, una silueta humana se mueve hasta sentarse, sin provocar ningún ruido, en la silla del escritorio que hay frente a la cama.
Su mano toca su pelo, el cual se torna oscuro al proyectarse la luz de la luna sobre él. ¿Por qué está la ventana abierta? Juro que antes no lo estaba.

Mis párpados se cierran.

La raspadura de la palma de una mano se posa sobre mi pulso, en el cuello.

—Duerme feliz, florecilla. Mañana te espera un gran día.





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¡Tachán! ¿Quién crees que será? Creo que es un noveno... 👀😉. Te leo en comentarios. ¿Qué te va pareciendo?

DAMIÁN & TÚ 💕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora