10. El fin de Damián

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El terreno del laberinto es tan amplio y está tan lleno de neblina fantasmal falsa que cuesta ver a través de todo ello, o simplemente orientarse por alguna marca, si no has estado antes en él. Al me os sé qué los setos son altos y de un color verde oscuro, aunque ahora mismo se ven negros.
La verdad es que la adrenalina me llega desde el pelo más fino de la cabeza hasta los dedos de los pies, sensación que estoy empezando a adorar y, también, a temer un poco.
Los primeros gritos lejanos llegan a mis oídos. Una silueta casi invisible me acecha, así que huyo de ella lo más rápido que puedo. Por suerte llevo botas largas y no zapatillas de deporte.

—Deberías seguir a Poe, no a mí —dice Damián tras colocarse delante de mí.

Retrocedo dos pasos.

—No te estoy siguiendo. Y, después de apuñalarme, lo último que quiero es estar cerca tuya; sí, lo recuerdo para tu bendita suerte —me defiendo.

Él sonríe con cuchillo en mano. Desde cerca el olor al hierro de la sangre es cien mil veces más intenso. Es reciente.

—Tuve que hacerlo si queríamos que participaras en esta mierda que nos pone frenéticos.

Sus labios están cerca de mi cuello. Un beso, dos besos, tres besos... Se aleja. ¡Voy a perder la cabeza entre estos dos! ¿Acaso están compitiendo?

Unos nuevos lamentos y ruegos me atrapan en la realidad. No estoy donde me encontraba antes. ¿Qué cojones?

—Mátala y no te mataran. Es la presa de Poe. —El pelinegro la señala y le administra un sedante, después se coloca en mi espalda con su respiración en mi oído derecho y coge mi muñeca provocando que se humedezca en sangre al penetrar en la piel cubierta por la ropa—. Bien hecho, florecilla.

Ese apodo cariñoso... ¿Por qué me suena haberlo escuchado antes y en otro sitio? Mis neuronas trabajan como locas para hallar el recuerdo de una sombra tras probar por primera vez la Ambrosía. Él. Se. Ha. Atrevido. A. Espiarme.

Enfurecidx me vuelvo hacia él clavándole el arma en el centro de su pecho. No se lo esperaba ya que sus ojos aumentan hasta parecer dos platos redondos.
Poco a poco, su cuerpo inerte cae para atrás y yo me deslizo hasta sentarme sobre el húmedo suelo rojizo. Unas lágrimas caen por mis mejillas al recordar que mis padres siguen por ahí.
Unos pasos se acercan hasta mí por la izquierda.

—Ey, ¿estás bien bollito? —Poe me sujeta mientras me levanta sollozando en su hombro—. Los encontraremos, preciosx, te lo prometo.

Sus ojos miran a Damián.

—Si te sirve de consuelo he querido hacer eso mismo muchas veces, pero solo tú has tenido el coraje suficiente.

El gong suena dando por finalizada la Cacería. Las luces nos envuelven y el rubio me dirige despacio a la salida. Antes de llegar me recompongo y lo agarro con suavidad del brazo. Sus labios se curvan con cariño al mirarme, deja un beso fugaz sobre mi coronilla.










DAMIÁN & TÚ 💕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora