Capítulo O72

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Afuera del planeta un pequeño y discreto acorazado se acercaba a la atmósfera del mismo. Por precaución se habían detenido en el cinturón de asteroides del planeta.

⎯ Hemos revisado y es seguro continuar. Solo hay dos humanos: El ancla que estaba grabando y una mujer que lo acompaña. ⎯ El hombre encapuchado fue seguido por un asistente del centro de investigación de todas formas.

El asistente no sintió rastro de vida y tampoco energías mentales que presentarán amenazas. Las criaturas fuertes del planeta estaban invernando y eran una minoría según lo que mostraban sus datos.

El hombre encapuchado asintió. Sin embargo se sentía incómodo. Las pupilas de sus ojos que estaban ocultas cambiaban de rendijas a horizontal de una forma nerviosa. Miro por la ventana reforzada con la intención de ver que se ocultaba, pero solo podía encontrar oscuridad en el bastó universo, oscuridad y rocas.

⎯ Apura y entra. ⎯ Ordenó. Sintió que mientras más pronto se fueran mejor.

El acorazado entró a la atmósfera.

Cuando se fueron, un sonido gutural comenzó a rebozar desde la oscuridad. Un siseo amenazante e histérico.

Cientos de ojos grises destellaban en la oscuridad, de la misma, aparecieron los dueños de cuerpos robustos. Eran el grupo de Tates qué resguardaban el planeta de crianza. Poseían una habilidad de camuflaje tan perfecta que ni siquiera podían percibir el rastro de energía vital. Las rocas bajo sus pies fueron destrozadas con un golpe de sus patas o un golpeteo de sus colas. Si no tuvieran una orden que los restringiera, hubiera sido imposible que aquella nave se atreviera siquiera acercarse al cinturón de asteroides, mucho menos entrar.

Sí los dos hombres en el acorazado hubieran visto la escena que quedó atrás de ellos, ni siquiera pensarían en pasar por estas coordenadas. Eran cientos de Tates gigantes.

Sus cuerpos parecían más robustos y grandes qué los normales. Las escamas de sus cuerpos brillaban con fiereza, y algunos de los cuernos de los Tates eran tan grandes que parecían amenazante como una corona de huesos.

Éstos eran Tates adultos y maduros. Algunos de sus cuerpos estaban cubiertos de cicatrices o heridas. Habían sido hechas por ellos mismos. Resguardaban el planeta por sus parejas e hijos. Su temperamento era muy irascible e incluso entre momentos normales solían pelearse entre ellos mismos. Las escamas de los Tates son casi impenetrables, pero sus propias garras, cuernos y dientes son sus armas perfectas para romper dichosas escamas que ni los Zergs pueden romper.

Cuando el acorazado se perdió al entrar en el planeta de crianza, se irritaron aún más.

Entre el ejército de Tates, había un gigante que destacaba. El cuerpo era inmenso y sus cuernos se doblaban hacía atrás. Sus escamas resplandecían entre el gris y el negro, que era un rastro de su cuasi-evolución a un Tate de alto rango. Sus ojos eran feroces, pero no actuó como el resto, iracundo y con deseos de romper todo. No hizo eso, sin embargo no perdió de vista el acorazado hasta que ya no pudo verlo en absoluto.

Volteó a observar al grupo molesto y soltó una serie de gruñidos continuos. El espacio que estaba lleno de sonidos aterradores se silencio de inmediato. Todos los ojos se centraron en el Tate gigante.

Unos segundos después. Dos Tates más pequeños, pero igualmente feroces, se acercaron. El Tate gris con negro los observó y les gruñó. Después de un intercambio de gruñidos el trío se marchó del cinturón de asteroides.

Estaban siguiendo el rastro de dejado por el acorazado espacial.


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