Capítulo 8.

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—¿Tanto te gusta Marcela?

Jazmín sonríe ante la cara que pone su amiga. Marga no se inmuta, hace un gesto pícaro con sus labios y levanta las cejas en modo cómplice con abogada.

—¿Qué pregunta es esa, mujer?

La abogada la mira expectante, ama estos actos donde una muy segura de sí misma, Marga, se pone nerviosa.

—Marga, muchos clientes piensan que eres abogada por verte tanto tiempo dentro de este bufete. Que nos conocemos hace años, no me vengas con tapujos.

—De gustar, gustar, tengo mis dudas.

—Se te caen las bragas cuando la ves.

—No es para tanto.

—Babeas y el hecho de que tenga una hija te pone más —Marga frunce el ceño—. No pongas esa cara, sabes que te encantan los retos.

—Si, pero no en este campo. Marcela es una mujer difícil y cada vez se me agotan más las esperanzas.

—Marcela es bisexual, lo sabes bien. No provoques.

—No lo hago, ¿a qué viene tanto revuelo con eso?

—Porque te conozco te lo digo. En esa mujer la palabra juego no tiene entrada. Te lo digo para que sepas en donde te metes.

—No me sermonees Jaz, por favor. Marcela sabrá hasta donde dejarme llegar, si es que me deja acercar a ella.

Jazmin sonríe y consulta la hora en su reloj.

—Joder, ¿qué rayos estará haciendo Bianka?

—Tal vez teniendo algún orgasmo y tú molestándola con tantas llamadas.

—Joder Marga, que es mi hermana.

—Monja no es y ya tiene sexo, ¿de qué te alarmas? Pensando en las monjas, esas santas deben de formar sus fiestas privadas y darse banquetes intercambiando camas, como se les pondrá el botoncito.

—¡Marga!

Jazmin se carcajea, lo que se ocurre a esta mujer no se le ocurre a más nadie.

—¿Te las imaginas gimiendo de placer, con dos o tres dedos dentro del coño y pidiendo perdón al señor todopoderoso a la vez?

Ambas amigas se ríen hasta quedar exhaustas. Hacía meses que Jazmín no se reía tan liberalmente y Marga la mira con ese cariño sincero que siente y solo va destinado a ella.

—Hace ratos no te escuchaba reír así.

—Gracias —Jazmín palmea su espalda—. Para gustarte mucho los hombres, tienes muy claro lo de dos dedos dentro.

—Lo hago, no es algo antinatural. Los hombres cada vez me parecen más sosos. No varían, no indagan, no cambian las prácticas, están perdiendo creatividad y si siguen así, encontraremos una lesbiana o una bisexual de cada dos mujeres existentes.

—Mejor sería el mundo.

—Para ti, cariño, que los heteros no te escuchen decir eso.

—Al menos fui tu primer beso —se mofa Jazmín sonriendo.

—Estando consiente.

—¡Perdona!

Una eufórica Bianka entra por la puerta y ambas mujeres continúan su lucha visual. Jazmin no asimila que su mejor amiga haya tenido un desliz con una mujer y ella no estuviera al tanto de ello.

—¿Qué me perdí?

—Nada, aquí tu hermana que aún me cree incapaz de hacer algunas cosas.

—¿Cómo me has podido ocultar algo como eso? No se perdona una noticia así, Marga, jamás.

—No es para tanto —Marga sonríe y mira a Bianka que las observa contrariada. Al final se quedará con las ganas de saber el tema de conversación.

—Y tú, ¿dónde estabas?

—Como estamos hoy —Bianka se acerca a la abogada y la besa—, he tenido la cita más aburrida de mi vida. ¿Por qué los hombres cada vez son más sosos?

La carcajada de Marga de debe haber escuchado en todo el edificio. Jazmin niega con la cabeza y sonríe. El combo que forman su hermana y su mejor amiga no tiene comparación y eso en vez de preocuparla, le agrada.

—Estabas teniendo un orgasmo.

—Ni a eso pude llegar, cuando acá —señala a Jazmín—, se lo propone hasta eso te quita.

—Suficiente con ustedes por hoy, nos vamos —dice Jazmín poniéndose de pie.

—¿A dónde vamos? —pregunta Bianka siguiéndola.

—De compras —responde Marga abrazando a la menor—, tu hermana se encargará de los gastos.

—Hemos quedado con Marcela, nos presentará a su hija.

—¿Marcela tiene una hija?

—Si.

—Genial, he quedado con un amigo, hoy tu tarjeta tiembla, querida —dice Bianka señalando a Marga.

—Ya se la prometió a la hija de Marce, así que te veo usando la tuya.

—La mía no se usa hasta después de los veinte, eso fue lo establecido por papá. Hombre más anticuado.

—Bianka.

Jazmín la regaña con la mirada, el padre de ambas no fue el hombre más ejemplar de la tierra a la hora de mostrar afectos paternales, pero siempre cuidó de ellas en el poco tiempo que tenía y estuvo pendiente de que no les faltara nada.

—Esta bien, el tema de papá está prohibido. Entonces uso la tuya.

—También se la cedió a la hija de Marcela, sabes que Jazmín consigue las cosas al coste que sea necesario.

—Si, eso lo sé, al parecer tengo competencia.

La joven se adelanta y agita una mano en modo de saludo, un joven devuelve el gesto eufóricamente.

—Dios mío, de compra y con un maricón.

—Que brusca eres, mujer, gay —reprende Jazmín a Marga que la mira sorprendida.

—Es lo mismo. Mucho habías tardado en mostrar tu vena defensora competitiva.

—Me voy con Pedro en su motocicleta.

Bianka tiende una mano y Marga deposita una tarjeta de débito, mejor que dar la de crédito.

—He —protesta la ojiverde.

—Mil son suficientes.

—Muy consentida la tienes.

Protesta Jazmín, nunca le han gustado esas libertades que Bianka muestra con Marga, en la vida hay límites que no se deben sobrepasar.

—No tengo en quien gastar —dice Marga con un tono cálido, relajando de esta forma a su amiga—. Tampoco me gusta presumir, ni gastar en boberías.

—Eso es bobería, Mar, hay que enseñarla.

—No lo hace todos los días, ni todas las semanas. Además, sabes que la herencia que me dejó mi madre es muy buena.

—La hija de Marcela, de ser listilla como Bianka, será tu quiebra.

—Marcela con hija, eso si no me lo esperaba.

Marga imita a su amiga y sube al coche en el puesto de copiloto.

Bajo el dominio de una violación. (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora