Capítulo 13.

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Las horas pasaron demasiado rápido para Jazmín esa tarde, todo, incluso el tiempo estaba en su contra y los insistentes mensajes de su hermana recordándole que no fuera a desaparecer, no ayudaban mucho a sosegar la ansiedad que la había acompañado desde que Sofía entró por la puerta de su oficina. Optó por lo más sensato y se sumergió en el trabajo, era lo que necesitaba para mantener su mente ocupada y alejarla de todo el caos emocional que la atormentaba últimamente relacionada con cierta rubia de ojos azules. Se encargó de la alimentación de las jóvenes y se mantuvo ausente a la velada juvenil, ya se encargaría después de darle una buena explicación a su hermana, aunque dudaba fuera necesaria, Bianka la conoce demasiado como para entenderla, a Sofía no se la debía, pero sería de mala educación no hacerlo, si esta preguntaba. Además, no estaba preparada para enfrentar a todo el torbellino excitante que desprendía la rubia, demasiadas batallas internas y ella no está para sumar una más a su guerra.

Eran pasadas las dos de la madrugada cuando la abogada decidió regresar a su casa. Había cien por ciento de probabilidad de que las jóvenes estuvieran durmiendo y eso para ella era más que satisfactorio. Entró en silencio y para no hacer ruido se quitó los zapatos de tacón y soltó un suspiro de alivio al hacerlo, maldecía las tortuosas apariencias que debía de soportar una mujer para mantener un estatus en un mundo dominado casi en su totalidad por hombres, así era la abogacía y el poder que radicaba en tal profesión.

Lo primero en lo que reparó al llegar al salón, fue en la cabellera rubia esparcida libremente por el sofá. Sonrió ante tal desparpajo inocente y se acercó para tener mejor vista de ese monumento femenino que empezaba a resurgir entre los mortales. La joven dormía plácidamente en una posición que le regalaría un buen dolor de cuello cuando despertara. Jazmín la observó por varios minutos y tuvo la tentación y oportunidad de acariciar su cabello, pero como mujer sensata, no se lo permitió. Dio la vuelta y tropezó de frente con su hermana que la estaba mirando en silencio.

—Joder Bianka —susurró—, me vas a matar de un susto, ¿cómo se te ocurre aparecer así? y ¿qué haces despierta a esta hora?

—Tengo exámenes la semana que viene y sabes lo obsesiva que soy con eso, si estudio ahora, me puedo dar un descanso mañana y pasado. Además, estoy molesta contigo.

—Bi, por favor, entiéndeme.

—Entiendo que te gusta, y no me pongas esa cara que lo que digo es cierto, pero que la evadas, eso sí es extraño en ti.

—Es una niña, solo trato de evitar que la tensión aumente y es horroroso imaginarlo, joder, Bianka, que es la hija de Marcela.

—Y te pone la hija de Marcela, Jaz, y eso te asusta.

—Mucho —confirmó Jazmín mirando a Sofía.

—Solo espera a que cumpla dieciocho y serán menos problemas.

—Bueno, basta del tema por hoy, es algo que mantendré a raya y quiero y te pido, por favor, que colabores.

—Claro, cuentas conmigo, tanto, que quiero que me ayudes a subirla a la cama.

—Pero, si es delgada —se queja Jazmín.

—Si, pero tan alta como tú y los huesos pesan, hermanita.

—Y Pedro, ¿por qué no te ayudó?

—Se tuvo que marchar, su hermana está enferma y a última hora le dieron unos días para que fuera a casa, la pobre, está cada vez más débil.

—¿Qué tiene?

—Leucemia.

—Joder, y ¿cómo lo lleva el chico?

—Fatal, pero es fuerte.

—Cualquier cosa, Bi, sabes que cuentas conmigo.

—Lo sé, ahora no evadas y muestra tu fuerza, esa chica necesita una cama o mañana no podrá mover el cuello y para mí, hacerme la inocente y culparte, sería lo más fácil de mundo.

Jazmín mira a Sofía y sonríe.

—¿Bebieron alcohol?

—Solo dos copas, aun es menor de edad y no quiero que su madre tenga mal opinión de tu hermana, además no dudo que Marcela me mataría.

—En eso tienes razón. ¿Preparaste la habitación? Es su primer día no puedes ser mal anfitriona.

—No, eso es otra cosa, esta casa tiene tres habitaciones, una la tienes llena de máquinas inutilizables de gimnasio, otra es mía y mi cama es personal, por lo que queda una y es la tuya, así que, querida, te toca dormir con ella.

—Estás de broma —Jazmín da un paso atrás—, que se quedé ahí, le tendrás una pastilla para el dolor mañana y problema resuelto.

—Te he pedido mil veces que cambies mi cama, ahora no tuvieras que dormir con ella si me hubieras prestado atención.

—Duerme tú en la mía con ella.

—Imposible, hoy Sofía duerme contigo o me dejo de llamar Bianka, para que aprendas a escuchar por una vez a tu querida y amada hermana.

Bianka sonríe burlonamente al ver como Jazmín mira a la rubia con aprecio.

—En el fondo lo deseas.

—No digas boberías.

La abogada se acercó a la joven, entrelazó sus dedos y contó hasta diez para no matar a su hermana. Suspiró. Puso atención a los latidos de su corazón, si no se controlaba, ese órgano podría sufrir y causar una catástrofe en su cuerpo. Tendría que haberse quedado en la oficina, era lo que pensaba al momento en que tomó a Sofía y la cargó en brazos. Su olor y calor la aturdieron por unos segundos y cerró los ojos.

—Perfecta —dijo Bianka y Jazmín abrió los ojos rápidamente.

—Esta me la pagarás —dijo al ver como Bianka le tomaba fotos.

—Algún día me lo agradecerás y debe de oler bien para que te hayas quedado así, cuidado señora abogada, se le puede acusar de muchas cosas.

Jazmín dio un traspié y miró a su hermana, Bianka sonría ampliamente sin ser consciente del dolor que la apuñalaba, desgarrando su interior, quebrando su valentía, haciendo añicos la ligera fuerza que aun la mantenía de pie. Sostuvo a la rubia con seguridad y caminó sin decir nada a la castaña que la seguía de cerca. Sofía no tenía un peso corporal desproporcionado, pero Bianka no hubiese podido llevarla hasta su habitación.

Depositó el ligero cuerpo de la joven sobre sus sábanas y Bianka se encargó de arroparla. Ambas hermanas sonrieron al ver como la rubia buscaba una posición para acomodarse.

—¿Estas bien? —Bianka tomó de la mano a su hermana.

—Si, no te preocupes, si con ella ahí no me vuelvo loca esta noche, podré soportar lo que sea que se presenté después de esto.

Jazmín se hizo un puesto en la cama luego de una ducha bien caliente, buscando una relajación que nunca llegó. Suspiró, no tenía lado preferido, ella estaba acostumbrada a dormir sola por lo que no se le hacía difícil a la hora de seleccionar. Pasados unos minutos Sofía se removió inquieta a su lado y Jazmín dio un brinco, justo cuando su cuerpo empezaba a sumergirse en las caricias del conciliador sueño, la joven daba señales de vida. Le observó el rostro, o lo poco que divisaba de él y se preocupó al instante, el gesto de dolor y el desespero le hicieron acercarse más a ella. La joven volvió a removerse y de sus labios salió un sonido lastimero, dijo algo que no entendió y sollozó. Jazmín tomó una de sus manos y acaricio su rostro. Joder, ¿qué hubiera pasado si la dejaba sola en el salón?

—No lo hagas, por favor.

Dijo la joven con voz agónica, adormilada y la abogada la acompañó en su sollozo.

—¿Qué te he hecho, pequeña?

Jazmín la arrastró a sus brazos y la abrazó de forma protectora. Sofía se aferró a ella y suspiró sobre su cuello, haciendo que la piel de la abogada se erizara y provocando que su cuerpo reaccionara al tan inocente hecho. Pero, no era momento para pensar en ello, ya tendría tiempo, ahora se trataba de tratar que la rubia descansara, aunque eso implicara que ella no durmiera en lo que quedaba de noche.

Bajo el dominio de una violación. (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora