—Me encanta el baño de tu habitación —dice Sofía entrando a la cocina y sorprendiendo a Bianka que canta distraída mientras prepara algo de desayuno. La castaña sonríe ante la desfachatez de su nueva amiga, le gusta su naturalidad en las mañanas, tanta es esta que duda que se haya aseado adecuadamente.
—No es mi habitación, es la de mi hermana.
Sofía se detiene en medio de la cocina y mira horrorizada a la peli castaña.
—Tu hermana, ¡oh, por dios! ¿Dormí en la cama de tu hermana?
—Si.
Bianka se voltea hacia las naranjas que exprime y sonríe ampliamente, le gustaría que Jazmín hubiese visto la cara de la joven rubia en ese momento.
—Tranquila —dice la castaña al ver a la rubia alterada—, Jazmín se ha marchado temprano a su rutina de ejercicio diario, no regresará hasta en un buen rato.
—¿Aquí en casa?
—Si, cuando está alterada no se detiene de dar golpes a los sacos hasta que su cuerpo le exige parar.
—Joder Bianka, me hubieses dejado dormir en el sofá —se queja la rubia tratando de encontrar el ritmo correcto de su respiración, si sigue pensando que estuvo casi toda la noche al lado de la abogada, su corazón podrá sufrir un colapso y a su edad eso tendría un por ciento alto de mortalidad.
—Imposible, querida. Además, he sacado provecho, lo primero que ha hecho ella al levantarse es encargarme una cama más grande. Llevaba semanas pidiéndole que me comprara una y nunca me prestó atención. Obvio —ríe Bianka—, hasta que tuvo que compartir la suya contigo.
—Estás demente, Bianka —Sofía suspira y se deja caer sobre una silla.
—No es como si te hubiera comido un pedazo, ¿o sí?
—No, por todos los dioses —sonríe la menor al imaginar a una Jazmín acostándose a su lado, lo que le lleva a hacerse una pregunta que no puede callar—. ¿Cómo llegué a la cama?
—Te llevó ella, obviamente, yo no puedo hacer fuerza.
—Esto de tener sueño pesado no me está gustando mucho —se queja la rubia.
—Yo lo disfruté mucho, y hasta varias fotos les tomé, ahora te envío una.
—Después de abogada, niñera.
—Que no te escuché decir eso.
Bianka ofrece un vaso de zumo recién extraído y la rubia lo acepta sonriendo.
—Llamaré a mi madre, para que venga por mí. La pasé genial anoche, gracias. Lo necesitaba realmente.
—Sabes que estoy aquí para lo que sea, aunque eso implique alcohol.
—Que no te escuche Marcela.
En lo que hablaba por teléfono, Sofía paseó por la amplia estancia del salón y grabó en su mente cada objeto que adornaba el lugar, sonriendo ante los detalles bien escogidos. Se sentía bien acogida entre aquellas cuatros paredes y aunque fuese extraño, ya que era la primera vez que se presentaba allí, estaba más que agradecida por la hospitalidad de Bianka. Todo lo contrario, a su hermana, que se había mantenido ausente todo el tiempo que estuvieron compartiendo ella y Bianka.
Pensar en la abogada le era contradictorio, porque en vez de odiarla, aborrecerla, el sentimiento que florecía en su interior era todo lo contario. Se sentía egoísta hacia Jazmín y cada día le era más necesario saber de ella, de su día a día, de sus gustos, sus costumbres, sus defectos, aunque pensar en este último, le causaba escalofrió. Sentía hacia Jazmín una atracción casi enfermiza que era incapaz de ignorar y ella mejor que nadie sabía hasta donde era capaz de llegar la ojinegra.
Sentía fluir con libre albedrio, por su sangre, el dominio caliente y sagaz de la violación. Recordaba su fuerza y sus piernas temblaban y rabiaba por la impotencia que sufría por la debilidad de su sexo ante el dominio mental que ejercía la abogada sobre ella. Se excitaba, su libido la gobernaba y tenía que saciarse sola, con la poca experiencia que le ofrecían sus dedos.
—Joder —jadea la rubia y se sorprende al encontrarse frente al jardín de la entrada, ¿en qué momento salió de la casa?
—Tu madre acaba de llamar, te llevaré a casa —la voz de Jazmín la sorprende y la rubia grita por el susto.
—Podrías avisar antes de aparecer, joder, que susto me has dado.
—Estabas ida, igual ibas a colapsar.
Sofía la mira, ambas lo hacen y al pasar los segundos Jazmín se impacienta.
—¿Qué?
—Buenos días, abogada.
Jazmín bufa y pone sus ojos lejos de la joven.
—Tu madre me ha pedido que te lleve. Así que vamos, tengo cosas más importantes que hacer, que estar haciendo de tu niñera.
—Anoche no te quejaste —Sofía sonríe con burla ante la reacción silenciosa de Jazmín.
—Pensaré que eso era lo que querías, y que estabas más despierta que yo.
—Ojalá. Pero, por tu cara parece que no dormiste bien, ¿tan incómodo fue? ¿Ronco?
Jazmín la mira y sonríe, de inocente esta personita de 17 años, no tiene nada.
—No fue incómodo, si no, fatigoso —Sofía la mira estupefacta—, no parabas de dar vueltas en la cama y yo, a diferencias de otras, si tengo el sueño ligero, y no, no roncas, menos mal, porque de hacerlo, duermes en el pasillo.
—Me hubieses regalado un abrazo, tal vez así dejaba de molestar.
—¿Qué crees que hice? Luego de tus incontables quejas era lo único que podía hacer.
Sofía se detiene frente al coche de la abogada y mira fijamente a Jazmín.
—¿Te aprovechaste de mí?
—Yo sería incapaz de —hace licencio al ver como se enfurece la mirada de la menor en edad, pero alta en estatura—, yo sería incapaz de hacer algo así.
—Hipócrita —dice Sofía en susurro y se regresa a la casa.
—¿Qué haces? —pregunta Jazmín que ha escuchado como la ha llamado hipócrita y eso la ha dejado estupefacta y a la vez dolida, porque la joven tiene razón.
—Despedirme de tu hermana, que me pongo tonta al lado tuyo y se me enturbian los pensamientos. Además, si tienes cosas por hacer, no cuesta mucho tomar un taxi.
Jazmín no hace nada y espera apoyada a su coche hasta que la ve salir y Bianka acompañándola hasta la puerta.
—Sabes que no es obligatorio que me lleves.
—Sube al coche, Sofía.
La voz rasgada, dando esa orden hizo que las piernas de la menor se tambaleasen y que todo el deseo de pelear con la abogada, desaparecieran al momento, dando paso a un calor sofocante y excitante que la hizo replantarse si debía o no subir a ese pequeño espacio con ruedas. Mordió internamente sus mejillas, para concentrarse en el dolor y no en el nivel alto de nerviosismo que ataca a su cuerpo. ¿Cómo podía sucederle a ella, todo lo que menos deseaba? Tal vez se lo buscaba y en esta vida, el que busca encuentra.
Jazmín observa todos sus movimientos hasta que el cinturón estuvo puesto. Tragó en seco y suspiro. Es la hija de Marcela, fue su único pensamiento desde que encendió el motor hasta que puso el coche en movimiento. A partir de ahí Sofía no quitó sus ojos de ella y toda su concentración, aunque estuviera desbocada, estaba puesta en conducir correctamente.
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Bajo el dominio de una violación. (borrador)
RomanceUna abogada impecable, hasta que la trágica muerte de su hija le favorece a la hora de crear y provocar actos que no son aceptados por la sociedad. Una menor de edad es víctima de una violación y prefiere mantenerlo oculto y hacer justicia con sus...