Capítulo 19.

442 39 3
                                    

Jazmín se pasea por los dotado de hermosura recuerdos de su hija, y sonríe con tristeza al llegar a la conclusión de que, nunca lo va a superar, la ausencia de Alexia es algo que la acompañará siempre. Pero, ella hará que las hojas de ese árbol eterno, llamado recuerdo, permanezcan fuertes y relucientes en vida y eternidad. Piensa en su hermana y recuerda que le dijo que esa noche la pasaría con Pedro, que ella y Sofía se están rotando, para no dejar solo al chico con todo el tema de la hermana del joven.

Pensar en Sofía es algo que se prohíbe hacer, desde su encuentro en el baño de aquel restaurante que reservó Marga para hacer una fiesta, en celebración solo por el hecho de vivir, no ha vuelto a ver a la joven rubia y de eso hace ya, una semana. Con Marcela, todo trato ha sido profesional, sabe que la abogada está buscando alguna entrada para disculparse, pero por el momento, ambas han estado más que ocupadas, cuando el destino se lo propone, sus jornadas laborales se vuelven insoportables.

Jazmín se sirve otra copa de vino y dedica unos segundos a pensar en su amiga, que estará haciendo en el otro lado del planeta. Sonríe, sabe que Marga no se pone límite a la hora de disfrutar y se alegra por ello, ¿cómo pudiera ella ser así al menos por unos segundos y olvidarse de todo? Toma su teléfono y vuelve a leer una vez más los mensajes que le envió su amiga antes de alzar vuelo hacia una nueva aventura.

*Prométeme que no romperás nada y que, por favor, te comportarás si la llevas a casa.

*Te lo prometo.

*Ten cuidado, Jaz, los ojos de esa niña tienen una sombra oculta que no me gusta nada.

*Ya sabes de que se trata y en el fondo lo merezco, Mar. Tú disfruta, yo te cuido la casa.

El timbre de su puerta casi le hace caer el teléfono de sus manos, ¿desde cuándo suena tan alto? Consulta la hora en el reloj de madera que adorna la pared de su salón y se extraña, no espera a nadie a esa hora. No duda en ponerse de pie al escuchar que en vez del timbre ahora tocan directamente a la madera que impide la entrada a su casa.

Al abrir no se sorprende como esperaba hacerlo y es que, el hecho de que una Sofía visiblemente bajo los efectos de alguna bebida alcohólica, esté frente a su casa es algo que tarde o temprano iba a pasar. La joven rubia entra sin autorización y cierra la puerta sonriendo ampliamente, como si lo que acaba de hacer le diera la paz que merecen muchos y despilfarran otros.

—¿Qué haces aquí? —pregunta la abogada que no quiere sonar tan brusca, pero es que la situación empieza a superarla. No es bueno para ella tener tan cerca a la rubia.

—Hola Jaz.

Sofía sonríe de una forma tan delicada, que por unos segundos Jazmín siente que va a colapsar por el deseo de borrársela de una mordida que le llega repentinamente. Aparta la mirada y suspira.

—¿Tu madre sabe que estás aquí?

—Mi madre no tiene por qué saberlo todo. Además, está de viaje.

—Y te aprovechas de ello para alcoholizarte y empezar a deambular por la calle a altas horas de la noche, con tantos dementes que hay por ahí.

—Te podría sumar a esa lista —Jazmín da un traspié y casi jadea al escuchar las palabras que no dejan de tener razón—, y me alcoholizo para llenarme de valor y poder venir a verte.

—Por favor, no vayas por ahí —Jazmín la mira queriéndola matar—. Sofía.

—Sshh, calla. Con lo difícil que es estar a solas y ahora que lo estamos, empiezas a ponerte difícil.

—No has pensado que quizá quiero estar a solas y no soportando borrachos.

Sofía se ríe a carcajadas y Jazmín muerde su labio inferior para no contagiarse.

—El alcohol hace maravillas en mi cuerpo.

—No lo deberías de ver así, no es bueno.

Jazmín se dirige a la sala y la rubia la sigue de cerca, demasiado cerca para el gusto de la abogada. Ambas se acomodan en el sofá y el hipido emitido por la joven le hace ver a Jazmín que le espera una larga noche por delante. Sofía la mira fijamente, de una manera tan intensa que la empieza a poner nerviosa y teme que continué así, porque esos nervios la alteran y le gustan, le agrada sentirse así de deseada, tanto que tiene que cruzar las piernas para aliviar un poco los pálpitos que empiezan a notarse en su entrepierna.

—Has bebido demasiado, pequeña.

—Jaz —otro hipido de la joven y Jazmín no puede evitar reír—, bésame.

La sonrisa de la abogada, como mismo llegó, se borró. Apartó la mirada de los ojos de la joven y se puso de pie, cosa que apenas pudo hacer porque sus piernas temblaban, tanto que la mandaron a su posición inicial.

—Joder, no deberías ser tan lanzada.

—Jaz, por favor.

—Por favor digo yo, Sofía.

—Llevo deseándolo desde que supe que fuiste tú. Desde que te vi aquella tarde en el parking del centro comercial.

Jazmín la mira y aquellos ojos brillan, la atraen, la enredan y tiene que sacar fuerza que sabe, le queda poca para apartarse de ahí, de esa tentación, de ese desenfreno sexual que le causa Sofía, está segura que la joven no imagina el poder que tiene sobre ella.

—Me masturbo todas las noches desde que te vi y te reconocí. Esos largos dedos que tienes no dejan de estar en mis pensamientos cada vez que me meto los míos. Es tanto el deseo que siento por ti, que me estoy volviendo loca.

Jazmín la observa en silencio. Su corazón esta caótico y sus entrañas vibran de furor, por querer quemarse con el fuego sexual que desprende Sofía en ese momento. Imaginarla tocándose y dándose placer ella misma, bajo el manto obscuro de su habitación le hace saltar todos los escaños de la moralidad. Quiere más, quiere hacerla gritar, quiere que le suplique, que le estruje el corazón, que sus sexos gocen de lo que desean. Que sus pieles ardan, batallen, se agoten de tanto dar y recibir.

—Me di cuenta que enviarte flores no me acercaría a ti, ni estar detrás de tu hermana solo para poder verte. Es mucho más, Jaz, demasiado. No me importa lo que diga mi madre, ni que piensen las personas que nos rodean. Yo solo quiero volverte a sentir, aunque sea solo una vez más —la rubia toma las manos de la abogada y suspira al sentir su delicadeza—. Bésame, Jazmín.

Los recuerdos de aquella noche, donde hizo a Sofía suya a la fuerza llegan como cuchillos a la mente de la pelinegra. Deja caer su espalda en el sofá y arrastra a la joven con ella. La abraza fuerte, tanto que Sofía busca distanciarse en busca de aire, pero no lo consigue. Esa fuerza inconsciente de la abogada sobre ella le gusta y excita de manera casi enfermiza. Siente que el cuerpo de Jazmín se estremece, saca la cabeza de su pecho y la mira, el rostro húmedo de la abogada y sus sollozos mientras llora, le parece tan delicado, que lo único que piensa que es correcto y sabe no lo puede evitar, son las ganas incontrolables de besarla. Posa una de sus manos sobre la barbilla y la atrae hacia ella. Conecta sus miradas y sabe que en ese brillo cegador de esos ojos negros tiene la autorización para que pueda volver a sentir sus labios.

Jazmín suspira y une sus frentes.

—Que difícil se me está haciendo no besarte en este preciso momento —susurra la abogada y suspira como si le doliera lo que acaba de confesar —, es demasiado enredo el que estás causando en mi corazón, pequeña.

—Jaz, te voy a besar, mañana aceptaré las consecuencias.

Bajo el dominio de una violación. (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora