Capítulo 42.

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Los días pasaron y entre ellos el inicio que esperaba tener Jazmín al llegar a su ciudad natal, no fue como imaginó. No fue casualidad que su encuentro con Sofía se alargara, la joven la evitaba y a ella le parecía gracioso, era como estar en la adolescencia, escondiéndose de alguna chica que le gustara, luego de haber hecho alguna travesura. Sofía se mostró escurridiza, demasiado para el gusto de la ex abogada, que, aunque le pareciera gracioso, empezaba a preocuparse. Quizá la joven, no deseaba reunirse con ella, quizá si la estaba evitando en serio, y ella toda ilusionada, pensando todo lo contrario.
Parada frente al espejo sonríe al recordar lo que sucedió la tarde anterior, cuando Marcela le pidió que fuera a su casa en busca de algo de urgencia. No esperaba que Sofía estuviera ahí, y no dudó que fuera una encerrona de la rubia abogada para provocar que tropezara con su hija. El encuentro no duró más de medio minuto, pero ver el brillo en la mirada de la joven rubia, a medio metro de distancia, fue suficiente para ella no poder, ni querer poner distancia de por medio. Necesitaba estar cerca y por ello cuando Sofía soltó un escueto “Hola”, y salió corriendo, ella solo sonrió. La joven solo huía de lo que las une y si la paciencia es una de sus mayores virtudes.
Observa su figura y suspira. Llevar vestido no le agrada, pero hacer el esfuerzo por la pareja que contrae matrimonio, es suficiente. Ya correrá a quitárselo una vez terminada la ceremonia. Bianka entra sin tocar, peleando con su peinado y Jazmín se queda contemplándola con orgullo. Su hermana la puso a ella por encima de una madre que jamás acepto que Jazmín estuviera en la vida de su hija, y por ello supo que Bianka es más que una hermana, es su vida, su latitud entre los segundos con lo que avanza su vida. Sonríe a la menor y niega con la cabeza.
—Podrías quedarte quieta, así estás perfecta, pequeña —Bianka se coloca al lado de ella y mira sus reflejos, comparándolos.
—¿Sería extraño que llevemos el cabello suelto ambas? Es mucho más práctico, que estar llevando tantos ganchos en la cabeza, que terminaran causándonos un dolor de cabeza, que no quieras tú saber.
Jazmín sonríe y piensa que Bianka no está del todo equivocada. Por ello, toma por sorpresa a la joven y comienza a deshacer su peinado.
—Pues no se hable más de ello y hagámoslo a nuestra manera.
—Que alivio —suspira la castaña, imitando a su hermana.
—Marga nos querrá matar al vernos, pagó mucho al estilista.
—Marga es millonaria, unos dólares más, unos menos, no le harán daño.
—Que no te escuché decir eso.
Ambas sonríen complacidas al verse en el espejo.
—A Sofía le va a dar un infarto cuando te vea. Estás espectacular.
—O a mí cuando la vea a ella.
—No quiero estar cerca de ustedes. La tensión sexual, sus cuerpos ardiendo, la rabia, el dolor, el deseo, la pasión. Va a ser explosivo.
Jazmín no dice nada y sonríe.
—Ha llegado la hora de irnos.
—Espero estés preparada, Jaz.
—Siempre lo estoy, pequeña.
Bianka no dice nada y la sigue en silencio. No tiene ni idea de lo que hará Sofía, pero su intuición le dice que el show será inolvidable.
Jazmín sonríe al ver como Bianka provoca a Jaqueline, desde la distancia. Su hermana y la policía hacen una combinación explosiva, que la lleva a pensar que su relación durará años. Bianka es uno de esos peldaños en su vida que jamás quiere ver descender, es la gravedad positiva en su vida. Observa todo el salón, donde centenas de personas bailan, beben, otros se alejan del centro para fumar, hablar más tranquilos, alejados del bullicio. Observa a Marga abrazada a su esposa y sonríe, al final, la millonaria si logró tener entre sus brazos a la mujer que siempre quiso. Dio un trago al agua con gas y lima que bebía y suspiró, se sentía feliz, porque las personas que la rodeaban lo eran. Pero a ella le faltaba el calor de esa felicidad, la fuerza desequilibrante de una sonrisa llena de amor, de ilusión.
Pasaron varios minutos, varias canciones se le hicieron eterna a la pelinegra y empezaba a agobiarse cuando sus ojos, como imanes, chocaron con los de Sofía. La rubia apareció de la nada al baile, se había cambiado de ropa al igual que ella, que quería estar cómoda. Marcela devolvió el saludo de su hija, y sonrió al escuchar lo que la joven rubia le dijo al oído. Jazmín las observó con orgullo. Luego la mirada ardiente de Sofía se volvió a unir a la de ella y sintió que los pulmones no serían capaces de soportar la alteración de su respiración. El corazón dio el primer aviso al percibir que nadie más estaba a su alrededor, solo ella y Sofía, que se acercaba sigilosamente hasta casi rozar su cuerpo al colocarse en frente.
—Hola, Jaz.
Saludó la rubia tan cerca, que Jazmín lo único que pudo hacer fue tragar en seco. Su garganta se cerró y dejó de sentir la tierra bajo sus pies, cuando Sofía tomó una de sus manos y la llevó a sus labios. Luego la miró de forma tan penetrante que la pelinegra pensó que se desmayaría. Sofía sujetó su barbilla un poco más fuerte de lo normal y sin dudar, la besó. La besó con hambre, con un llanto oculto que quebró al roce húmedo de sus labios. En ambas el muro de dolor que las unía se quebró. La tortura de la lejanía, de la soledad, desapareció de sus interiores. Jazmín gimió y se aferró a su cintura y la atrajo hacia ella con posesión. Subió una mano por su espalda, casi arañándola a través de la ropa. Enredó su cabello en ella y tiró de él con un poco de brusquedad, para tomar el control del beso. Sofía se aferró a sus hombros buscando sostenibilidad, estuvo a punto de desplomarse al sentir la húmeda lengua de Jazmín entrando a su boca.
No saben cuánto duró el beso, hasta que una mano se posó sobre sus hombros. Acababan de dar un espectáculo gratuito y la mayor se sintió apenada al ver que Marga las miraba sonriente.
—Me gusta esa inquietante conexión que las une, pero, no el día de mi boda, cabronas, que lo van a opacar.
—Lo siento —susurró Sofía y Jazmín sonrió, ella no se disculparía por haber hecho algo que la trajo de vuelta, que le devolvió la felicidad.
—Vamos a respetar el día de ellas, pequeña, luego hablaremos tú y yo.
Jazmín buscó la mirada de Marcela, era la que más le importaba tras lo ocurrido. La rubia le sonrió desde la distancia y supo que una nueva etapa en su vida, acababa de empezar.        

Bajo el dominio de una violación. (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora