Capítulo 6

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➳•      Sinclair.



Volví a sumergir mi cabeza en el agua y nadé otro poco.

 Debido al caluroso clima, decidí improvisar un picnic en el muelle de una de las tantas propiedades Krevoryen. Había tomado las llaves de mi auto, armado mi mochila y luego de darle un beso al espejo de mi cuarto, salí volando por la carretera.

Amo conducir, soy bastante buena en eso.

Aunque siendo sincera, soy experta en todo lo que conlleve adrenalina.

-¿Regresas y ni siquiera te pasas a saludar? Que niña mala.- la voz me congelo por un momento. Dejé de flotar y me quité mis lentes, reposándolas sobre mi mojado cabello.

-Me han dicho peores cosas- fingí un mohín triste con mis labios.

Charly me observa desde el muelle y con un dedo me señala para acercarme a él.

Charles Ukram es un espécimen masculino y sensual por naturaleza. Por supuesto que no podía faltar en él un abdomen de acero y más tatuajes apropiándose de cada centímetro de piel. Las familiares cicatrices de su cuerpo resaltaban con el brillo del sol. 

Conocí a Charly cuando éramos unos adolescentes con muchas hormonas y hastiados de tanto entrenamiento. Me había escapado de casa a medianoche, para presenciar un espectáculo en el norte dónde los fuegos artificiales eran los principales protagonistas. No por que lo haya cruzado en esa playa, pero porque había sido demasiado tonta para dejarme seguir. Desde entonces ha estado detrás de mí, siempre al pendiente de mis caprichos y siguiendo mis órdenes como si fuese palabra sagrada. 

Supongo que me lo debía ya que fue el primero a quien dejé colarse en mis bragas de niña. Erm, puede que haya un poco de manipulación de por medio, lo acepto.

Ruedo mis ojos y bajo del gomón en donde reposaba para nadar hasta la orilla. Siento la mirada densa de Charly sobre mi cuerpo enfundado en un diminuto bikini que amaba lucir. 

El negro es mi color, por cierto.

-Quitándote el aliento, para variar. – me acerco sonriendo y espero a que se acerque para abrazarlo brevemente.

Lo siento respirar en mi nuca y me permito absorber su calor.

-Bienvenida Sin.- finjo fastidio y me alejo empujándolo.

-Mínimo hubieras traído una hamburguesa.- me acerco a mi bolso y tomo una sudadera liviana sin importar que se moje. 

Seco mis manos y comienzo a buscar mi estuche con papelillo. Se me antoja un buen porro fino bajo el sol.

-¿Doble queso fundido y con papas horneadas?- Del suelo, levanta una caja que no había visto, con el logo de mi restaurante favorito. Literal que solo con pasar frente a sus puertas, me cae baba.

-Me conoces bastante bien, chico.–hago un ademán para que deje esa caja y se siente al lado mío. Frunce el ceño para ver lo que estoy armando.

-Joder reina, cada día te adoro más.- ríe ligero y se estira apoyando su peso en sus manos, las cuales apoya detrás, cepillando el pasto.

Concentrada termino de armar lo que quedó en mi pierna y una vez listo tomo el encendedor grabado de mi estuche. Fué un regalo a mis quince años, de parte de mamá.

A la primer calada, la retengo un rato y luego exhalo, sintiendo el humo entre mis labios. Subo mis rodillas a mi pecho y apoyo mis brazos ahí.

 Observo el paisaje bañado por el sol. Montañas a lo lejos, muchos pinos aburridos y el lago en su esplendor. Desvié mi mirada hacia el gomón que daba vueltas en solitario, chocando una y otra vez con un poste del muelle. 

CORRUPTED ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora