Capítulo 18

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−No sé qué quieres que te diga, sabes mejor que yo de lo que son capaces.−responde mi madre pacíficamente. Observé a Anielka llevarse la taza de porcelana fina a los labios. Su larga y estrecha nariz frunciéndose al acto.

Nos encontrábamos en su residencia, bebiendo té. Luego de mi improvisada salida de aquella horrible reunión, tras lo cual tomé prestado un auto y conduje hasta el bar más cercano en donde ataqué sus reservas como si hubiera corrido cuarenta kilómetros sin descanso. Logré que mi ebrio trasero llegara a casa de mi madre, de alguna forma. Estoy bastante orgullosa en verdad. Y un poco sorprendida, ni siquiera recuerdo haber decidido venir aquí. Pero cuando me levanté esta mañana bajo sus gritos de alarma seniles, no pude evitar sentir un poco menos de enojo. Solo un poco. Fue reemplazado momentáneamente por los síntomas de resaca.

Bajo un poco mis lentes de sol y respondo –Nada en lo que no estuviese involucrada. Sé todo sobre todo. Pero, ¿esto? Me han jugado sucio y lo peor de todo no es eso. Me sentí expuesta. Es que yo...−me detengo, mordiendo mi mejilla. No es nada, me recuerdo.

−Lo entiendo hija, lo he vivido antes.−su mirada se pierde sobre el té y aprovecho para tomar más de mi bebida tibia. El ardor ayuda con el nudo que aún siento atorado desde hace veinticuatro horas. Necesito volver a repasar los hechos y decidir el próximo paso a dar. Conozco parte de su plan. Lo demás lo he sacado a conclusiones, lo cual es bastante patético pero me asegura no quedar ni un paso detrás de nuevo.

Oh señor, si creían que podían dejarme atrás en un negocio como este, les demostraría estar muy equivocados. Y comenzaré por abandonar mi puesto. Dejaré que prueben de su propia medicina.

¿No me quieren alrededor, organizando las filas y manteniendo el orden bajo las nuevas tierras? Perfecto entonces. Pero primero tomaré lo que es mío. Y los dejaré en cero. Justo como cuando todo comenzó.

−¿Hija?− la voz aterciopelada de Anielka me distrae. Me estiro sobre el sofá de cuero blanquecino y dejo que me refresque la nuca.

−Mmmh.− murmuro con pesadez. La luz diurna que entra por el ventanal del salón choca contra los adornos sobre los distintos muebles, causando cortinas de luces que pintan cada superficie como si quisieran resaltar su presencia. Me ardían los ojos como si se hubieran secado completamente y mi cabeza punzaba con insistencia. Mis fosas nasales se sentían entumecidas y podía sentir el picor familiar de la sequedad sobre dichas aberturas. Asumí que había consumido alguna mierda barata que necesitaba de grandes cantidades para hacer efecto. La droga cortada que circulaba era otro problema en mi lista de asuntos que arreglar. Nuestro producto no solo tenía un nuevo oponente, sino que también estaba siendo saboteado.

−¿Le pusiste licor a este té?−pregunta luego de un lento sorbo. Su profunda mirada azul, clavada en mi perfil.

−Solo un poco. Es una antigua receta de mis abuelos.−bostezo tendido y luego la miro para sonreírle como la buena y sobria mujer que soy ahora.

Sus suaves carcajadas no se hacen esperar.−Pero si tú no tienes abuelos.− responde con la voz distorsionada por la risa. Dejo que mi pecho retumbe con carcajadas silenciosas y niego, recolocandome la gorra en su lugar.

−Lo habré leído de algún libro tuyo entonces.− respondo terminando mi taza con rapidez. Deja su té a un lado del mío y toma del centro de la mesa, un pequeño sándwich de queso que previamente improvisamos en su horno. Un lado quedó más negro que el otro, pero me aseguro de que tome el que se ve más comestible antes de inclinarme a elegir uno.

−Te crecerá la nariz en cuanto sigas así, niña mala. –dice antes de mordisquear con delicadeza su sándwich.

−Una lástima que perdiera el capítulo de los aperitivos.−respondo devorando con placer mi pieza de queso e ignorando lo salado y concentrado del sabor del quemado.

CORRUPTED ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora