Capítulo 7

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Sorbiendo de mi batido, terminé de cocinar las palomitas que encontré en uno de la gavetas de la cocina.

Charly dormía en el piso superior y en cuanto a mí, no era de extrañar que no lograse conciliar el sueño, siempre fuí un animal nocturno.

Así que decidí saquear su muy bien equipada alacena y prepararme un batido de helado y palomitas agridulces. El cartel de la plataforma de películas brillaba en la oscuridad de la sala mientras me decidía por alguna opción.

Caminé envuelta en un almidonado jersey naranja, divertida ante la idea de encontrarlo en el fondo del armario del cuarto de invitados.
Seguro que era una prenda particular, y aunque los jerseys eran algo mío, éste era tan chillón que si lo veías fijamente, producía dolor de cabeza.

Caminaba alrededor en unas medias largas que cargaba en mi bolso, además de súper cómodas, eran lo suficiente silenciosas.
Fastidiada por mi ansiedad, me acerqué a buscar mi móvil temporal y encenderlo. 
Cientos de notificaciones me llegaron al instante.
Entré en mi app bancaria y descubrí unos jugosos ceros agregados.

Por supuesto que Stanislav iba a hacer eso a pesar de mis negativas.

Leí la notificación mientras bebía. "Sinclair krevoryen, favor de confirmar el link de envío."
Fruncí el ceño y confirmé los datos de la cuenta.
Una vez terminada la transferencia hacia el link privado, cerré la app. Y bloqueé dejando la pantalla en negro.
Nunca es bueno dejar acumulado el dinero en un solo lugar, es demasiada tentación para ojos ajenos.
Por lo cual utilizaba alrededor de 4 links cifrados, en distintas cuentas para mayor seguridad.

A mi corta edad había acumulado una generosa cantidad de dinero.
Comencé con inversiones en negocios, y luego te vuelves hábil para duplicarlos. Había sido entrenada para tener una mente audaz, y lo era. Bastante astuta desde pequeña.

Comenzando a causa de aquella vez.
Admito que los recuerdos de mi niñez eran borrosos, casi nulos.

Pero sé que un día desperté en un cuarto mohoso y tuve que esperar a que mi padre me rescatara. El recuerdo de una voz rasposa y la fría orden que fué gruñida a través de las finas paredes.
Stanislav no me dió detalles al respecto, pero sé que tuvo algo que ver con mi rapto. Buscaron ajustar cuentas y me vieron como su punto débil.

Desde ese horrible día, me prometí a mi misma no dejarme ser la vulnerabilidad de nadie. 

Sería yo quién los vigilara, y los intimidara. Sé que parte de él también sufrió con mi partida, tampoco permitió acercarme mucho luego de eso.
Habia dejado dejado claro que era una tonta niña que se dejó raptar y lo dejó inestable.

La sangre Krevoryen no es sangre de presas, es de cazadores.

Me gané el apellido ante cada misión que me asignaba y conseguiré ganarme el respeto de mi padre, El Líder del bajo mundo, así me cueste el último aliento de mi cuerpo.

El ruido de las palomitas explotando me sacó de mis pensamientos y comencé a preparar todo en una bandeja.
Ya en la sala, me decidí ver un thriller y luego de apagar las luces, me acurruqué en una manta sobre el sofá azul que combinaba con el ambiente en tonos negros y grises. La renovación era bastante masculina.

Luego de media hora el film me había aburrido bastante, lo cual no me sorprendió en lo absoluto.
-Carajo.- gruní bajo, estirandome sobre el sofá.
Comencé a notar el temblor en mis manos y luego dió paso a un calambre en mis extremidades inferiores.
Estaba ansiosa y acelerada, necesitaba distraerme.
No podía quedarme ahí, de repente me sentía ahogada.
Consideré la idea de masturbarme para llegar al relajante clímax y lograr dormir un poco, pero tampoco tenía sentido luego de unos minutos de intentarlo.
Mis uñas rasgaron la piel de mis muslos, alejándose de mi centro en tensión y me puse de pie. Mis ojos ardían clamando cerrarse y mi cuerpo lo negaba.
Me levanté temblorosa y fui directa al cuarto de baño en la habitación de Charly.
Lo observé desde mi posición y noté que roncaba con una mano en su abdomen y la otra en el lado opuesto de la cama.
Abrí gaveta por gaveta, evitando los artículos masculinos para no hacer ruido y luego me frustré al no encontrar nada. 
Dí un golpe al suelo de cerámicas blancas y luego me puse de pie.
Me observé parada frente al espejo.
Las marcadas bolsas moradas, seguían decorando mis ojos y mis labios mullidos lucían aún más hinchados por las mordidas del hombre que descansaba imperturbable.

Descubrí que el espejo tenía una trampa detrás, al ver una rajadura a un costado. Intenté tirando y no funcionó, intenté del otro costado y tampoco funcionó.
Frustrada apoyé ambas palmas al mismo tiempo.
Luego sonó un click, y el espejo estaba deslizándose hacia arriba.
Ahí.
Sobre un estante de vidrio se encontraba una bolsa transparente y unos cuantos ladrillos con oro blanco.
Cocaína de la buena. La nuestra.
Coloqué la punta de mi anillo de cruz y abrí la bolsa.
Tomé un empaque pequeño y devolví apresuradamente todo a su lugar, cerrando el espejo.

Eso era suficiente, para calmar los espasmos.

Me moví hacia el inodoro y bajé la tapa, luego volqué el fino polvo y con el borde del empaque forme una línea, perfecta para aspirar.
Luego del ardor familiar, froté para calmar la zona y exhalé de alivio, sintiendo la calma aplacarme a través del torrente sanguineo.

Repetí dos veces más.

Cuando me deslice hasta la bañera y me acurruqué allí dentro, disfruté las punzadas de frío de la cerámica húmeda.
Me dejé abrazar por el entumecimiento y cerré mis ojos por un tiempo.

"-Sabes que fuiste una niña muy tonta, ¿verdad? , tu madre te descuidó un minuto y te dejaste atrapar por esos gusanos. Fuiste muy mala, Sinclair. Nos dejaste, te ibas a quedar con ellos..- un hombre alto, vestido de traje y con guantes de cuero, me  observaba enojado cruzando sus brazos.
Yo tenía frío en todo el cuerpo, sentía pinchazos y espasmos. Hacia días tenía tos dolorosa y me molestaba mucho la garganta. El olor de mis propios desechos rondaba el oscuro lugar y también tenía mucho hambre y mis ojos ardieron demasiado con la luz que se encendió cuando él entró, rompiendo la puerta.
Tenía miedo desde antes que él apareciera pero luego se aplacó cuando pudo notar que no la dejaría en ese lugar. Estaba segura que era un enviado de Dios. De repente se dió cuenta lo mucho que extrañaba los relatos de su nana, sobre los milagros y la piedad. Se sentía ansiosa por ver la luz, jugar con sus juguetes, y con alguien a quien no recordaba.
No lograba recordar más allá de sus primitivas necesidades. Todo era confuso de repente, luego de aquel golpe que recibió en la cabeza, y con el implacable silencio de aquel sucio cuarto, los pensamientos se le mezclaban. Las personas…
Esas personas ¿la pusieron ahí? Y su familia la abandonó..¿Existía esa familia? ¿Era su familia? ¿Porqué la dejarían encerrada? ¿Ese hombre…
-¿Papá?- Dijo con la voz llorosa.
Tenia el rostro sucio y las lagañas no ayudaban, sus ojos grises se mantenían apenas abiertos.
Sintió acercarse al hombre y se encogió aún más en el rincón. No la tocarían, no la iban a lastimar, lo mordería si era necesario.

-Shh, tranquila pequeño diamante, te voy a sacar de aquí, soy tu padre.-
Dudó antes de estirar los brazos y dejar que la aupara.
Luego lloró.
-Papi..- sollozo abrazada al gran hombre.
Más por alegría que por miedo a caerse.
-Debes ser muy buena a partir de ahora, o la próxima vez no habrá quien te saque de apuros.- asintió a lo que decía el hombre y luego se separó, sentada en su brazo.
Aquel hombre de rostro serio, la abrazó con suavidad y colocandola en su pecho, comenzó a caminar fuera.
La tranquilidad llegó en forma de latidos, y comenzó a caer dormida antes de darse cuenta.
Lo escuchó murmurar lo que parecía su nombre, antes de caer en la inconsciencia y soñar con los ojos de su padre, que no lucían familiares en lo absoluto."

CORRUPTED ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora