Capítulo 19

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En mi camino de ida a la Sede imperial de Krevoryen, busqué razones para no meter la pata.

Primero y principal, mantén a tus amigos cerca. Y a tus enemigos aún más. A pesar de ser una pastilla difícil de tragar, si quería demostrar un buen punto, debería de hacerlo en un plan con pasos bien ejecutados. Por más tentadora la idea de llegar, tomar mis cosas e irme a donde me tomaran en cuenta, no lograría demostrar nada más que era una persona muy fácil de cabrear. Así que en honor a mi plan, haría una entrada muy tranquila y comenzaría a mover mis hilos sutilmente. Los Welkz son carroñeros, y si algo noté en su habilidad verbal, es que saben mover los suyos también.

Dejo notar mi presencia a los Krevori de la primera puerta de seguridad y avanzo en el vehículo con lentitud.

−Diles que me liberen el paso.− en la caseta detrás del vidrio blindado, un hombre de mediana edad y demasiada masa muscular se acerca y puedo distinguir a Torre, el encargado de operar las puertas de ingreso y los alrededores. Es bastante charlatán y cuenta chistes de padres, pero también recuerdo que él es quien golpea la mierda fuera de la gente que mete sus narices en lugares que no le incumben. Me obligo a mantener su mirada una vez que bajo la ventanilla del conductor y esbozo una pequeña mueca de fastidio.

−Mira nada más a quién tenemos aquí...−silva en una melodía de reproche. Me examina con ojos profesionales y veloces. Su ceño se mantiene fruncido y su boca tensa.−El pedazo de pan más buscado esta mañana en el desayuno del Líder. -se carcajea ante su propia broma, un par de Krevori coreando el gesto.−Tienes que dar algunas explicaciones con tu equipo, Sombra.− Es mi turno de reír ante semejante aviso.

−Por favor muchachos, como si les debiera algo. - dejo salir mi voz en un ronroneo.−Haz algo y encárgate de llevar al equipo al cuarto de operaciones en cuanto te de la señal. Tenemos que ocuparnos de un asunto. -afilo la mirada hacia él y noto el cambio en su postura.

Sabe quién soy y de qué estoy a cargo. Entre nosotros no hacen falta largas explicaciones o correos con necesidad de antelación. Y si en algo valora su posición actual, deberá someterse a mí. Ninguno de ellos llegó a donde está por lamer suelas. Cada lugar obtenido en esta organización ha sido previamente luchado y defendido hasta con dientes. Y aún así, ninguno ha logrado vencerme para ocupar mi lugar. Es en vano y lo he dejado claro hace bastante tiempo. Ellos siendo los principales testigos.

Asiente en solemnidad y se aleja del vehiculo, dándome espacio a relajar mi postura contra el asiento. Los observo por última vez y acepto los saludos murmurados, con un seco asentimiento. Vuelvo a subir la ventanilla y observo como el camino va moviendo las barricadas de seguridad y los portones se abren despejándome el camino y dándome un atisbo de la mansión a la que no tengo ganas de entrar.

Manejo el corto tramo, mordisqueando mis uñas y deseando que ya se acabe el día.

Una vez que llego a la fachada principal, me aseguro de que todo en el vehiculo esté en orden y me bajo evitando levantar la mirada hacia los ventanales que dan a la oficina en dónde sé que me esperan. La gorra que traigo ayuda en parte, y el hecho de que la luz del día lastime mis ojos de vez en cuando, es una buena excusa.

La empleada de servicio que sale a recibir mis llaves es Darcy Pocket, una mujer morena entrada en los cuarenta, de aspecto robusto y cabello controlado con gel en un mono que favorece la redondez de su cara. Darcy es bastante buena en su trabajo. Nunca la oirás decir más de dos o tres oraciones al día y siempre se encarga de que mi té tenga la cantidad absolutamente innecesaria de azúcar. Sé que tiene una peculiar sonrisa invertida, la cual solo he visto cuando alguno de los muchachos suelta un chiste aleatorio.

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⏰ Última actualización: Sep 27 ⏰

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