Capítulo 10

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Sinclair.



La camioneta aceleró perdiéndose entre polvo e hice un fuck you en su dirección.

Acomodé mi gorra y me di vuelta, comenzando el camino que me sabía de memoria.

Podía sentir la bruma de seriedad a mi alrededor, la gente se alejaba de mi camino sino es que agachaban la cabeza para no mirarme a la cara. Bien por ellos, no estaba de humor para una amena charla de vecinos.

Para distraerme un rato encendí mis auriculares y le di play a la primera canción. Al cabo de 2 canciones de The Beatles, comencé a notar la reja oculta por frondosos arbustos y me reacomodé el bolso en mi espalda.

Llegué a un portón principal y pisé el costado de la reja y luego de un clic, cedió abriéndose. Hice mi camino hasta la residencia notando el olor a canela y pasto húmedo.

Un peculiar maullido me recibió desde la azotea, donde el gato más horrendo de la existencia se creía dueño del mundo.

Mi madre y su gusto por rescatar basura habían traido a Stain al hogar hace más de 7 años. Ni siquiera sabía cuánto significaba en años gato pero el felino lucía como si hubiera pasado por la peor de las tormentas y se las hubiera arreglado para mantener un ojo en su rostro chato y tres patas funcionales.

-gatonstain gatonstain siempre feo el gato de frankenstain .- tarareé por lo bajo mientras buscaba las llaves en mis bolso. Cuando las hallé, luche con la cerradura e hice nota mental de aceitar las bisagras. Mi madre pocas veces era consciente de su entorno, si no tiene que ver con la química y sus variaciones y componentes, no le interesa en lo absoluto.

-Señora Anielka, ¿puede salir a jugar por favor?- pregunté en voz alta en dirección a la sala. Solté el bolso sobre el suelo y me quité la gorra, colgándola en un gancho. Mis zapatillas quedaron debajo y agradecí el contacto cálido del suelo flotante.

Una mujer de avanzada edad pero de porte fino, salió a recibirme con paso apresurado y una sonrisa de labios rojos.

Las canas en su cabello destacaban con elegancia las facciones del rostro. El labial destacando entre tanta palidez y prendas de tono apagado. Los tacones relucientes con el insoportable tac-tac en el suelo de madera.

-Mi querida Sinclair, te estaba esperando.- Anielka tomó mi mano y besó el dorso para luego colocárselo en la frente unos segundos.

-Ya, no seas así mamá.- revoleé mis ojos y me aparté. – Sabes que debes contestar otra cosa. Es por tu seguridad, lo ensayamos muchas veces.-

-Lo siento querida, me emocioné y ya. – cubrió sus mejillas y me observó atenta y ansiosa.

- De acuerdo, entonces... me puedes preparar un trago mientras, hay mucho que desempacar como verás.- ironicé. Continúe hacia la escalera alfombrada y subí con ganas de tirarme en una mullida cama.

- Tu cuarto está como lo dejaste, y la lavadora está encendida. No olvides poner tus gorras aparte o se maltratan cariño.-habló en voz alta desde abajo.

A los minutos entró con dos copas y una botella Valduero Lantigua. Me extendió una y procedió a llenarla con parsimonia. –Como siempre sé que tengo que aprovechar cada minuto juntas, ya que eres una muchacha ocupada y tu ansioso trasero te impide estar en un mismo lugar por más de dos días. -me reí sabiendo que tenía razón, sostuve su mirada divertida y sostuve la copa contra mi estómago por un momento.- Brindo por que siempre recuerdes a tu madre. Y que sepas que aquí es tu hogar. Y le agradezco a cualquier fuerza superior que sigas respirando y que cada día estés más fuerte y más sana. Más mujer y más capaz. De ésta misión y de las muchas otras con las que te honrarán. – asentí agradecida e incliné la copa.

CORRUPTED ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora