absorber

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Un chico de 24 años caminaba por la calle, dirigíendose a una tienda para comprar su cena. Mientras buscaba qué cenar, vio cómo un hombre entraba a la tienda y sacaba un arma. El chico reaccionó rápidamente y se escondió, esperando que el hombre no lo escuchara. Sin embargo, accidentalmente tiró una lata de comida. Al escuchar el ruido, el hombre se acercó y el chico, en un acto de valentía o estupidez, se lanzó contra él, tratando de quitarle el arma. En medio del forcejeo, logró tocar la mano del hombre y de repente, como un destello, pudo ver la vida del hombre: todos los momentos parecían una película grabada a fuego en su cerebro.

El hombre se desplomó y el chico cayó de espaldas, convulsionándose y sangrando por la nariz, los ojos y los oídos, hasta quedar inconsciente. Al despertar, se encontraba en una camilla de hospital. El médico le explicó que su cerebro había recibido una sobrecarga de información, como si hubiera vivido una vida entera en un segundo, algo inexplicable. Parecía estar bien, como si nada hubiera pasado por el momento, así que pudo retirarse. Sin embargo, le aconsejaron que regresara rápidamente si algo similar volvía a ocurrir, para realizarse estudios.

El chico aceptó y se fue, sumido en sus pensamientos. Al llegar a su cuarto lleno de basura, como el resto de su casa, no sabía qué hacer. No tenía hermanos, padres ni ningún familiar cercano, y tampoco amigos. Esperaba que aquello no volviera a suceder, pero un recuerdo ajeno se cruzó en su mente. No reconocía de quién era, pero recordaba lo vivido en la tienda. Pensó que aquel recuerdo que vio fue del hombre que había robado la tienda. Según lo que escuchó en el hospital, el hombre murió de la nada, como si su cuerpo dejara de funcionar: su cerebro murió y su corazón dejó de latir.

El chico pensaba que había matado a esa persona y la idea no lo dejaba dormir. Sin embargo, esperaba fervientemente que no volviera a ocurrir.

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