y mejorar

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El chico, estresado por la situación de pensar que había causado la muerte de una persona, decidió salir a caminar para despejarse, buscando un poco de aire fresco y quizás algo de alcohol. Al llegar a un bar, presenció cómo un hombre se desplomaba. Movido por la curiosidad y el deseo de ayudar, se acercó a él y le preguntó si estaba bien.

El hombre, al voltearlo a ver, contestó que no lo estaba, se sentó y le confesó al chico lo difícil que había sido su vida, cansado de existir en este mundo desastroso. Confundido, el chico trató de consolarlo, diciéndole que no todo era tan sombrío en el mundo, y extendió la mano al hombre para ayudarlo a levantarse.

Al tomar la mano del hombre, el chico volvió a experimentar la visión de la vida de este individuo. Presenció cómo el hombre se convulsionaba y moría. Impactado, el chico empezó a convulsionar también al ver la vida del hombre, que había sido atormentada desde su infancia por una familia abusiva: un padre alcohólico, una madre que lo menospreciaba y un hermano que lo denigraba. El único momento de felicidad en su vida fue el nacimiento de su hija, que falleció pocos años después, y descubrió que su esposa le era infiel con su propio hermano.

Además, vio cómo este hombre asesinaba a esas personas, utilizando cadenas como arma, sintiendo el poder emanando de él y cómo su instinto le dictaba cómo usarlas. Esta vez, no se quedó como un mero espectador. Se sintió culpable al darse cuenta de que había provocado la muerte de otro ser humano. Entre sus pensamientos de remordimiento, surgió un recuerdo: "Maldición, Marcus, ¿qué demonios hiciste? ¿Por qué lo hiciste?"

Sintiéndose ajeno a su propio cuerpo, presenció cómo se levantaba, las cadenas que parecían sostenerlo, y al ver el cuerpo sin vida de Marcus, huyó aterrorizado por el peligro que representaba para la gente. En su huida, chocó accidentalmente con un vagabundo, quien intentó ayudarlo a levantarse y, al tomar su mano, el chico experimentó otra visión de la vida del hombre. Sin embargo, este hombre también cayó muerto.

Horrorizado por los eventos, el chico evitó a toda costa el contacto con otras personas al correr de regreso a su casa. Una vez allí, entró en su habitación, pero la idea de llamar al hospital para buscar ayuda se disipó rápidamente al recordar que ya había sido responsable de tres muertes. Incapaz de conciliar el sueño, pasó la noche reflexionando sobre qué hacer a continuación.

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