pérdida de toda humanidad

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Desde que era pequeña, siempre tuve esa habilidad para ver las auras. Las personas buenas eran luminosas, otras eran grises y algunas, muy pocas, eran oscuras, tan oscuras que parecían absorber la luz a su alrededor. A lo largo de mi vida, me había acostumbrado a interpretar estas luces como un indicio de la naturaleza de cada individuo.

Había aprendido a distinguir entre el bien y el mal, entre la pureza y la oscuridad. Aunque nunca había sido capaz de ver mi propia aura, no me preocupaba. Todo cambió cuando conocí a ese hombre con una aura tan luminosa que parecía iluminar toda la habitación. Nos casamos y tuvimos un hijo, pero la alegría se tornó en confusión y angustia cuando lo sostuve por primera vez en mis brazos.

Su aura era tan oscura que apenas podía verlo. Mi esposo pensó que era por la emoción, pero con el tiempo, se convirtió en una preocupación constante. La oscuridad que rodeaba a mi hijo era tan densa que incluso al ser cargado por mi esposo, parecía apagar la luz a su alrededor.

Una noche, al mirarme en el espejo, vi algo que me estremeció. Mi aura, por primera vez en mi vida, era oscura. Comprendí lo que debía hacer. Mientras caminaba, vi a un chico desesperado y, sin pensarlo, tocó mi mano. Todo se oscureció a mi alrededor y la realidad se desvaneció en un horrible descubrimiento.

El cadáver de una mujer yacía frente a mí. Las lágrimas corrían por mi rostro al ver que mi aura había adquirido esa oscuridad. Sabía que era por las personas que había asesinado, que ahora tenía la responsabilidad de la vida que había quitado. Dirigí mis pasos hacia la casa de esa mujer, sabiendo lo que debía hacer, consciente de que la pérdida de humanidad me acechaba, pero ahora tenía la capacidad de elegir.

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