aún queda alguien

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Mientras sonaban las sirenas aproximándose a la casa de Morgan, él solo podía abrazar el cadáver de su madre, pues lo había perdido todo en ese momento. Al cabo de unos días, se dio el entierro de su madre, donde apenas hubo gente: algunos familiares y una investigación por las muertes. Morgan quedó libre, ya que el asesinato de su padre fue en defensa propia, al haber cumplido la mayoría de edad, tenía 18 años. Había salido de la escuela y heredó la casa y lo poco que le pudo dar su madre. Al no saber qué hacer, Morgan programó una alarma para Año Nuevo; faltaban apenas 4 meses.

Salió a caminar para despejarse, sin tener claro qué hacer hasta que llegara el momento. En el parque, vio a una chica llorando. Al acercarse a ella, reconoció que era una compañera de la infancia; iban juntos hasta la secundaria, momento en que ella se mudó. Se aproximó para hablar con ella, ella también lo reconoció y se saludaron.

"¿Qué pasó? ¿Por qué estás aquí?", preguntó Morgan con un toque de nostalgia.

"Bueno, ¿recuerdas que me mudé? Pues al poco tiempo, mi madre conoció a un hombre. Después de unos pocos meses, él se mudó con nosotras. Al principio era amable, pero luego se comportó horriblemente, mi madre enfermó y falleció", respondió ella entre lágrimas.

"Siento mucho escuchar eso. ¿Y cómo estás ahora?".

"Bastante mal. El desgraciado de su novio me echó de la casa poco después de la muerte de ella y no tenía ningún familiar con el cual quedarme", relató la chica.

Morgan, al saber la situación de su amiga, le contó lo sucedido con la muerte de su madre y de su padre, omitiendo la parte en la que fue él quien lo asesinó. Le dijo que ya tenía casa y la invitó a quedarse con él. La chica, agradecida por el gesto, aceptó y al poco tiempo se mudó con Morgan. Aunque ninguno de los dos estudiaba, encontraron un trabajo que les permitía sobrevivir, les pagaban lo suficiente y cada uno tenía su propio cuarto. Así, al menos, podrían vivir bien por un tiempo.

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