017. brooklyn baby

396 61 65
                                    

chapter seventeen
017. brooklyn baby

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

EN UNA SALA repleta de superhéroes, dioses, científicos, asesinos y personas cuyos nombres siempre iban a ser recordados, Pamela pensó que acabaría odiando cada momento. Se sentía como si estuviera en un escenario para que todos la miraran, la señalaran y se rieran. Este no era su ambiente, era cierto. No era una persona sociable, ni accesible. Nadie quería acercarse a una serpiente si la veía, la mayor parte de la gente era demasiado reservada como para cometer ese error. Pamela supuso que Steve Rogers era diferente. Vio una serpiente y, en lugar de alejarse, le ofreció un trago, le preguntó cómo estaba y comprobó si no tenía frío, como si fuera una flor en un jarrón en lugar de un reptil escamoso de sangre fría. Era un cambio agradable.

No necesitaba conocer a todo el mundo, ni tampoco hablar con ellos. Sam hablaba casi siempre por ella porque se le daba muy bien. Él hablaba, ella se limitaba a mirar; era un sistema a prueba de tontos que habían montado y que funcionaba muy bien. ¿Pero Steve? Steve Rogers era como una manta caliente y mantequilla derretida sobre pan recién salido de la panadería. A pesar de ser tan ancho de hombros y más fuerte que casi cualquiera en este edificio, era muy amable. Le pasó un vaso con las suaves yemas de los dedos, le habló en un tono bajo pero tranquilizador y le ofreció esa sonrisita que realmente suavizó cada escama áspera en la piel de Pam en cuanto la vio.

Pamela Daniels no podía evitarlo y no quería ocultarlo. No a Steve. Él era la última persona a la que quería ocultarle algo. Cuando ella le preguntó quién quería que fuera, él había respondido: ¿Qué tal solo Pamela Daniels? ¿Quienquiera que sea? Y Pamela Daniels prometió hacérselo saber en cuanto se enterara, y él aprendía cada nueva parte de ella como si estuviera pasando las páginas de un libro que lo mantenía en vilo, con la respiración contenida y la tensión. Quería saber qué había en la siguiente página, en el siguiente capítulo. Y ella se lo mostraba cada vez.

Ambos aprendieron mucho el uno del otro que no vieron en Washington, y el simple gusto del otro les hacía querer aprender más, ver más. Ninguno era bidimensional, eran algo mucho más especial. Si bien es posible que no lo creyeran por sí mismos, al menos lo creía para que el otro lo compensara.

Y así, Pamela Daniels disfrutaba de la fiesta de Stark. Ni por el lujoso ático, ni por la abundancia de comida, ni por las bebidas, y mucho menos por la lista de invitados. La disfrutaba porque le gustaba pasar tiempo con Steve.

(También disfrutaba bastante viendo a Sam perder contra él en el billar.)

Sam silbó en voz baja cuando la bola blanca rodó hacia la roja sobre la mesa, pero falló en el hoyo y rebotó sobre la mesa.

—Oh, venga ya —suspiró y balanceó su palo de billar cerca de su costado, sacudiendo la cabeza—. Pam... —le hizo un gesto como si hubiera sido culpa suya.

Ella se levantó de donde había estado apoyando los codos en el costado de la mesa.

—¿Perdona? —soltó suavemente, jadeando de una manera sutil—. ¿Cómo ha sido eso culpa mía?

—Estás apoyada en la mesa —dijo Sam y ella lo miró fijamente, incapaz de creerlo y luchando por contener su diversión. Escuchó a Steve reír suavemente mientras se dirigía a la mesa para su turno, apuntando el palo de billar mientras Pamela se cruzaba de brazos hacia Sam—. Te has apoyado y has arruinado mi tirada.

—Ah, pues claro, eso es lo que ha pasado —soltó Pamela sarcásticamente, cayendo en la trampa de Sam, y lo supo en el momento en que él sonrió para sí mismo, divertido por su reacción. Ella se inclinó con rapidez y le dio una palmada en el hombro después de comprender que había caído en sus burlas.

white flag, steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora