007. man out of time

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chapter seven
007. man out of time

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junio, 1943

EL FUTURO estaba a sus puertas.

Más bien, el futuro se mostraba en vistas espectaculares de la Expo Stark ubicada en Queens. Este futuro explotaba en el cielo con brillantes (y ruidosos) fuegos artificiales coloridos y una arquitectura demencial que avergonzaba a cualquier modernista. Si bien la mayoría aún salía de las profundidades de la Gran Depresión, viviendo de raciones y poniendo todo el esfuerzo que pudieron en la guerra, podía apreciarse bien que el dinero en tecnología estaba prosperando. La exposición de Stark parecía más un parque temático que una idea de cómo podrían ser sus días al terminar la guerra. Largos espacios de pit stops, atracciones, puestos de perritos calientes y mercadillos eran tan populares como los experimentos científicos escolares amateur y las creaciones no tan amateur que bien podrían rozar la magia. Se trataba de un gentío maravillado y asombrado por la imaginación. Una exposición mundial de talento e innovación.

Aunque Steven Rogers no sentía la emoción.

Todavía tenía un moratón en la mejilla por una pelea en un callejón que nunca admitiría haber perdido si Bucky no hubiera aparecido para sacarlo de allí.

Debía verse ridículo al lado de Bucky. ¿Cómo no podría ser el hazmerreír al lado de su mejor amigo? Un hombre con una sonrisa encantadora y un encanto carismático. James Buchanan Barnes vestía su nuevo uniforme. El Sargento James Buchanan Barnes, más bien; el soldado perfecto con cabello oscuro y liso y una altura superior al promedio... bueno, al menos era mucho más alto que Steve.

Era su mejor amigo. Lleva siendo su mejor amigo desde que Steve era aún más chusquero y estaba muy solo, no tenía sentido que Bucky fuera a la guerra y Steve no pudiera.

Tenía sentido. Bucky no era delgado, bajo y enfermizo; no era un asmático con problemas cardíacos y fuerzas quebradizas. Simplemente no se sentía bien.

—¡No veo qué problema hay! —Bucky intentó hacer que Steve se sintiera mejor después de que lo rechazaran para alistarse en el ejército... otra vez. Caminaban por debajo del imponente globo de hierro forjado que era la pieza central del extraordinario egoísmo de Stark—. Te convertirás en el hombre más cotizado de Nueva York. Hay tres millones y medio de mujeres.

Steve puso los ojos en blanco y se metió las manos en los pantalones.

—Me conformaría con una.

Bucky solo soltó una risita muy traviesa mientras le daba un codazo a Steve.

—Ya me he encargado de eso —levantó la mano y deslizó esa encantadora sonrisa hacia un par de chicas que esperaban a la sombra de las estatuas cercanas. Obras artísticas idénticas de hombres que miraban el cielo nocturno a través de telescopios. Una de las chicas sonrió encantadoramente y saludó con la mano en respuesta estática.

Steve se desplomó ligeramente, sabiendo ya que la chica que la cita de Bucky había traído para él iba a decepcionarse. Pero de todos modos se peinó el cabello hacia atrás.

—¿Qué le has contado de mí?

—Sólo lo bueno —Bucky le dio un codazo una vez más y se puso en marcha.

Una gran lección que Steve aprendió era que a la mayoría de las chicas (al menos a la mayoría que ha conocido) nunca les gustaba estar cerca de un chico que las pisaría bailando. La chica de Bucky, Connie, parecía encantadora. Era un soplo burbujeante de energía, dando cada paso con un pequeño rebote al compás de sus rizos. Y Steve estaba seguro de que su amiga era igual de amable, excepto que ni siquiera hablaba con él, y mucho menos conocía todas las cosas buenas que Bucky aparentemente había dicho. Él no la culpaba. ¿Quién querría estar cerca de un tipo que tropezaba con sus propios pies?

white flag, steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora