I.

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El invierno estaba por terminar.

La nieve caía con parsimonia cubriendo todo de blanco en la ciudad. Sin dudas, Tokio se veía hermoso bajo la nieve.

Izuku le dio un sorbo a su té, sin apartar su mirada de aquel ventanal. Las puntas de sus dedos de su mano libre acariciando su pequeño pero ya algo abultado vientre.

La ropa estaba comenzando a quedarle un poco ajustada, pero aún no quería ir de compras.

El dinero que tenía en su cuenta bancaria estaba perfectamente distribuido en subcuentas con el nombre para lo que utilizaría determinada cantidad, así que si iba y se compraba ropa de invierno a un par de semanas de la llegada de primavera, tendría que soportar el cambio de temperatura con camisas de lana y abrigos pesados, él no quería eso.

No después de haber visto overoles de maternidad que quería usar si o sí, como los que estaban en la página de aquella revista sobre el proceso de maternidad que yacía sobre sus piernas y tomarse fotografías para el álbum de recuerdos que estaba haciendo para su pequeño.

Conseguir un trabajo por lo menos de medio tiempo y en su estado, era poco viable después de todo, así que debía hacer rendir lo suficiente el dinero que Shinsou le dió para que desapareciera de su vida.

Porque sí, una vez que "su" Alfa se enteró que estaba esperando a su primer cachorro, le pidió que desapareciera si no iba a deshacerse de "esa cosa" porque él “no necesitaba a un mocoso".

Izuku se deprimió bastante la primera noche después de aquello, pero durante su velada entre lloriqueos y auto-recriminaciones leyó en un portal web que si un Omega en cinta se encontraba triste, el cachorro se sentiría de la misma forma, decidió dejarlo en el olvido.

Después del parto se permitiría llorar un poco más, pero mientras su pequeño fuera uno con él, se esforzaría por hacerlo sentir feliz.

Un suave bip interrumpió el hilo de sus pensamientos.

Dirigiendo su mirada al reloj digital posicionado en lo alto de la pared frente a él, se dio cuenta que el tiempo se había ido volando, otra vez.

Eran las seis, la hora en que Katsuki, su rentero, regresaba a casa.

—Estoy de vuelta.

—Bienvenido, Katsuki-san. — cerrando la revista y dejándola sobre la pequeña mesita ratonera, se puso de pie.

Katsuki estaba en el genkan, quitándose el abrigo y los zapatos al mismo tiempo.

El frío afuera era insoportable.

Izuku se acercó a él para tomar su abrigo y ayudarle a colgarlo en el perchero, pero...

—Déjalo, es pesado. — Katsuki se lo impidió, o al menos eso intento.

—Solo es un abrigo, Katsuki-san. — dijo, quitándoselo a la "mala" y colgarlo.

El rubio sonrió.

Hacia un mes que la equivocación de la renta del departamento que compró había sucedido. Un mes desde que ese lindo Omega embarazado vivía con él.

Aún no se acostumbraba del todo a ser recibido cada tarde después del trabajo, pero mentiría si dijera que no se sentía bien. Su mente de vez en cuando le gastaba una broma al evocar pensamientos de que podría ser mejor, tan solo si ese precioso Omega fuera suyo.

—Gracias.

—¿Tienes hambre? Hice la cena de está noche. — musitó, con una pequeña sonrisa en sus labios mientras ambos caminaban a través del living.

Déjame estar a tu lado | KatsuDeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora