X.

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Su espalda estaba recargada contra el respaldo del sofá.

De su boca salía lentamente el humo de un cigarrillo mientras su mano libre acariciaba la desnuda espalda de la Omega en turno que estaba ahí para “complacerlo”.

—Eso estuvo genial, Shin... Me hiciste ver estrellas. —dijo la chica, de la cual ya no recordaba su nombre, de forma risueña.

Él no respondió, simplemente le dio una calada más a su cigarrillo para volver a retener el humo en sus pulmones por algunos segundos para luego exhalarlo de la forma más lenta posible.

Según su padre, esa era la peor forma de fumar.

Llevaba meses haciendo esto.

Y no, no se refería a lo de fumar.

Acostarse con Omegas se había vuelto parte de una rutina que inicio como una forma de liberar estrés pero eventualmente se torno en una vía de escape, ni más ni menos que para sacar a Izuku de su sistema, de manera inconsciente.

Pues decir que lo extraña sería mentir.

El principio de su relación fue algo «gracioso» a decir verdad.

Cuando se conocieron fue al chocar en una cafetería. Izuku con su humanidad torpe le había echado encima el café. Él realmente se molestó porque le había arruinado un abrigo costoso pero la sobre-reacción, entre asustada y sumamente avergonzada que tuvo le hicieron percibir el exquisito y suave aroma que emanaba.

«Un Omega…»

Hacia meses que por la presión ejercida por su padre para heredar el cargo y así continuar con su estructurado plan de arrebatarle cada maldita cosa a los Bakugo, no ha tenido tiempo para distraerse.

Controlar su libido pese a ser un Alfa era una bendición, especialmente para sus temporadas de calor, sin embargo, cuando un Omega algo «tonto» como Izuku que insistía en pagar de cualquier forma por su error sin tener siquiera dinero para la tintorería mientras emanaba ese delicioso aroma que haría salivar a cualquiera, ¿Cómo podría mantenerlo si se estaba sirviendo en bandeja de plata para él?

La ingenuidad con la que sus ojos se iluminaron y su rostro se sonrojó cuando le dijo que podría hacerlo aceptándole una salida a comer solo le indicaron que el seducirlo sería realmente fácil, y no se equivocó pues en esa misma ocasión, tras comer medio plato de Ramen hecho en casa, ya lo tenía gimiendo con las piernas abiertas sobre su mesa.

El tonto e ingenuo Omega era demasiado lascivo, todo lo contrario a lo que mostraba su rostro angelical de expresión inocente.

Probablemente esa fue la única razón por la que se «aferró» a él, después de conocerlo no tuvo la necesidad de ir tras otros Omegas, incluso lo llevo a vivir con él para hacer todo aún más sencillo.

Fueron buenos días, llenos de sexo y la adoración de un Omega que extrañamente le hizo sentir cómodo, porque eso sí iba a admitirlo, Izuku le brindaba una paz al no armar dramas innecesarios por falta de atención, él era como un pequeño cachorro que con la más mínima caricia se conformaba, y más importante, no estaba  tras su dinero.

Si bien lo último que quería de alguien eran sus sentimientos, al ver las ventajas que obtenía de tener los de Izuku hizo todo muy llevadero.

Podía fingir quererlo con tal de tenerlo en la palma de su mano, pues al pretender las sesiones de sexo eran cada vez mejor, sin embargo, todo se jodió cuando su ingenuidad se convirtió en estupidez al no cuidarse aún con las cantidades de sexo que tenían, día y noche, especialmente cuando Izuku abandonó la universidad, excusándose en que creyó que quien los cuidaba a ambos era él y se quedó embarazado, como si un maldito mocoso figurará en el plan perfecto en el que incluso había tenido la osadía de incluir a Izuku.

Déjame estar a tu lado | KatsuDeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora