III.

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La habitación se encontraba a media luz.

Izuku parpadeo un par de veces, intentando enfocar la vista hasta que el color arena del techo se volvió nítido.

¿Dónde estaba?

Intento moverse, y lo hizo, pero la sensación de una intravenosa lo asustó por un segundo. Levantó su mano con pesadez solo para ver la aguja clavada en el dorso de su mano.

Oh, rayos.

No recordaba muy bien lo que había sucedido después del mareo en la escalera, aunque no era difícil deducirlo al ver que se encontraba hospitalizado.

Apretó los ojos con fuerza, la misma mano de la intravenosa siendo guiada hasta su vientre un poco abultado. Su cachorro seguía ahí, lo sabía. Aún podía sentirlo.

Sin embargo, sabía que no todo estaba bien, así que intento reincorporarse, talvez para llamar a una enfermera con el botón al costado de la cama pero se sentía muy, muy débil.

Jadeó frustrado.

Un rechinar llamó su atención.

—No te sobreesfuerces. — oh, esa voz era inconfundible.

—¿Katsuki-san...?

La lámpara sobre la pequeña mesita ubicada a su izquierda se encendió, iluminando el rostro de su rentero que ahora estaba de pie a su lado.

Aún vestía su traje para la oficina.

—¿Tienes sed? — Izuku apenas pudo mover la cabeza en un asentimiento, y en un parpadeo ya se encontraba bebiendo agua con la ayuda de Katsuki, quién le daba soporte con una mano en su espalda —Vamos, recuestate. — musitó cuando Izuku termino de beber con voz baja, suave.

Si no fuera por su debilidad, Izuku seguramente ya estaría murmurando un montón de disculpas, estaba dándole problemas de nuevo.

—Ya presioné el botón para que venga alguna enfermera a revisarte. — dijo.

Izuku se relamió los labios que aún tenía un poco secos.

—¿Mi cachorro está bien? — preguntó, escuchando su voz un poco rasposa.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Esperaba que no mucho, aunque la vista de la noche que alcanzaba apenas a ver por la abertura de las cortinas color caqui que dejaban entrever las oscuridad de la noche a través de los cristales de la venta a un par de metros frente a él lo desalentaba un poco.

Si, estaba siendo una molestia de nuevo.

—Ambos lo están. — respondió con un pequeño sentimiento de culpa clavándose en su pecho.

No estaba mintiendo, ambos estaban bien, por el momento. Eso fue lo que dijo el médico.

Antes de que alguno de los dos pudiera decir algo más, la puerta de la habitación se abrió.

Un médico en compañía de la enfermera entraron.

—Es grato saber que ya despertó, señorito. — musitó el médico, un hombre delgado, de ojos grises y cabello negro alborotado. — ¿Podría darnos un momento? — preguntó dirigiéndose a Katsuki esta vez.

—Bien, iré por café. — respondió. — Volveré enseguida. — dijo, mirando a Izuku quien solo asintió.

Cuando el rubio salió de la habitación, el hombre mayor tomó su expediente mientras la enfermera le hacía un chequeo rápido a sus signos vitales.

—Joven Midoriya, ¿Puedo llamarlo así?

—Por supuesto.

—Bien, mi nombre es Aizawa Shota, soy el médico en turno. Usted se encuentra en la semana diecinueve de gestación e ingreso por un mareo que terminó en desmayo, ¿no es así? — Izuku asintió. — Me gustaría decir que es normal pero la etapa de mareos se da durante las primeras doce semanas del embarazo, a veces se prolongan hasta la catorce o dieciséis pero son casos contados...

Déjame estar a tu lado | KatsuDeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora