IX.

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—“…. Que su reinado, señor, dure mil generaciones, ocho mil generaciones, hasta que los guijarros se hagan rocas y de ellas brote el musgo…” —Katsuki estaba cantando el himno nacional por enésima vez en un intento de bajar la erección que guardaba dentro de sus pantalones y normalizar los acelerados latidos de su corazón que le hacían eco en lo oídos.

Yendo hacia la cocina, divago un rato sobre la razón del porqué estaba ahí hasta que recordó que había tomado la excusa de preparar el desayuno para huir como un cobarde en lugar de aprovechar la oportunidad que Dios Lobo había puesto frente a él.

Si su madre lo viera, seguramente se reiría de él, especialmente porque no le había preguntado a Izuku qué quería para desayunar.

Suspiró frustrado.

Pasándose una mano por el cabello, reconsidero sus opciones: podía tomar la vía fácil y simplemente prepararle algo de lo que se le ha estado antojando en estos días o bien, regresar sobre sus pasos y preguntarle directamente.

Al parecer Dios Lobo sabía lo tonto que podía llegar a ser porque le estaba dando una segunda oportunidad al parecer. 

Y está vez no la podía desaprovechar. No cuando había dicho que se dejaría de sutilezas y le haría ver a Izuku el interés que tiene por él.

Así que respirando hondo un par de veces, asegurándose que el parche especial que Aizawa le recomendó para el control de sus feromonas estuviera colocado perfectamente en su lugar, subió de nuevo la escalera; completamente decidido y con el himno nacional presente en su mente solo por si acaso.

Los minutos transcurrieron lentamente

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Los minutos transcurrieron lentamente.

Izuku planeaba tomarse su tiempo para salir al fingir que era buena idea esconderse bajo las mantas hasta que el rubor que sabía le coloreaba el rostro desapareciera pero el aroma de las feromonas de Katsuki impregnado no solo en la tela sino también en su propia ropa, en su piel, incluso en el mismísimo ambiente de la habitación, sincronizado en perfecta armonía con el suyo, hicieron de ello una tarea imposible.

Sentía como su corazón latía con fuerza contra su pecho y hacia eco en sus oídos, cada vez que respiraba sus pulmones se embriagaban con tan delicioso aroma porque le hacía sentir una tranquilidad y seguridad que no sentía desde que hace mucho tiempo.

Abrazando su vientre al hacerse bolita bajo las mantas, se permitió disfrutar del confort.

Aún si Katsuki no estaba aquí en este momento, el simple hecho de poder percibir su aroma lo hacía sentir tan cálido como hace unos minutos cuando lo tenía acostado a su lado, abrazándolo.

Respiro profundamente, una y otra vez hasta que las lágrimas comenzaron a brotar de a poco de sus ojos al caer en cuenta que este aroma tenía todo lo que una vez deseó y hasta hace poco necesitó.

Olvidando el desconcierto inicial por la inesperada situación en la que despertó y sin reparar siquiera en la vergüenza que podría haberle dado el sentir la reacción matutina de Katsuki contra su trasero y que casi desencadena una igual en él, se hundió no solo en la cama sino en una vorágine de sentimientos encontrados donde la culpa, la soledad y el anhelo lo hacían pedazos.

Déjame estar a tu lado | KatsuDeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora