Capítulo 11 - Las galletas

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"Oye, espera un momento", dijo Aria, observando de reojo a María, quien estaba a punto de salir por la puerta.

"¿Qué pasa?", preguntó María, visiblemente cansada después de pasar todo el día satisfaciendo los caprichos de Aria, siguiendo órdenes de su supervisora.

Ahora, lo único en lo que podía pensar María era:

¡Descansar!

María había trabajado incansablemente para atender a Aria, pero al parecer, la niña no tenía intención de detenerse.

Ahora que al fin había caído la noche, María pensaba que Aria no le iba a pedir más nada, pero al parecer estaba equivocada.

¡Esta niña no paraba de pedir cosas!

"¿Podrías traerme un envase lleno de galletas?"

¿¡Todavía quieres comer más!?

Era lo que María le quería gritar a Aria, pero se controló.

"Aria... Comer dulces a esta hora puede ser perjudicial para la salud. Además, a estas horas no creo que haya...".

"No te pedí tu opinión, solo consíguelo", dijo Aria en un tono desinteresado mientras se arropaba con sus sábanas.

En la habitación, Aria disponía de una gran cama junto a una mesa con libros de su interés.

María suspiró y se retiró de la habitación, murmurando en voz baja:

"Estúpida niña egoísta, ¿No podrías pensar en los demás por un segundo? Qué te gusta ser más...", María se detuvo al notar la presencia de Rita frente a ella.

Ambas se miraron. Rita parecía firme, mientras que María reflejaba cansancio.

"Vaya, con que hablando mal de la boca que te dé comer, ¿eh? Se te ha subido tu posición a la cabeza", reprochó Rita, a lo que María negó con la cabeza.

"Rita, ¿no te das cuenta? ¡La estamos malcriando! A este ritmo, no tardará en chocar contra una pared y...", intentó explicarse María, pero fue interrumpida nuevamente por Rita.

"A nadie le importan tus opiniones, María. Tu trabajo es escucharla, obedecerla y cobrar. ¿Crees que ella te agradecerá todo en el futuro? Despierta. Ella crecerá, hará su vida, te olvidará y seguirá adelante", explicó Rita, sus palabras golpearon el corazón de María.

"Ten cuidado con lo que dices en voz alta. La suerte no siempre estará de tu lado", dijo Rita antes de seguir su camino.

María soltó un largo y pesado suspiro mientras reanudaba su marcha hacia la cocina.

María revisó cada rincón y no encontró ninguna galleta. Con cierta pena, se dirigió a la habitación del cocinero y lo llamó.

"¿Quién es?", se escuchó la voz grave y molesta del hombre al otro lado de la puerta.

"Soy yo, María, la criada de Aria. Ella quiere galletas, así que..."

"¡Ya entendí! Dame 5 minutos", respondió el hombre.

María esperó junto a la puerta del cocinero, y pasados 29 minutos, él salió.

"¿Eh?", exclamó sorprendido al ver a la criada sentada en el suelo con los ojos cerrados. Parecía estar dormida.

"En serio... ¿quién duerme en un sitio así?", murmuró, apretando los dientes. Se agachó para cargar a María, pero al tocarla, ella despertó de inmediato.

"¿¡Eh!? ¡Hola! Yo... ¿qué haces?", exclamó María instintivamente, tapándose la boca al hacer ruido.

"Iba a llevarte a tu habitación, pero ya que estás despierta...", explicó el cocinero despreocupadamente, pero ella negó con la cabeza.

"No puedo, Aria me pidió que le llevara las galletas"

"¿Eh? ¿Esa niña quiere galletas a esta hora? ¿No sabe que le puede hacer daño?", se sorprendió el cocinero.

"Son órdenes...", murmuró María.

"Órdenes... entiendo. Busca un lugar cómodo en la cocina y siéntate mientras las preparo. Tomarán... 15 minutos", dijo el cocinero, notando el cansancio de María.

María tomó asiento mientras el cocinero preparaba las galletas.

Menos de diez minutos pasaron y...

"Oye, despierta"

Un dulce aroma y una voz masculina la despertaron de su sueño.

"¿Eh? ¡Hola! Ya... ¡Gracias!", agradeció María mientras tomaba el envase con las galletas para llevárselo a Aria.

El cocinero soltó una pequeña carcajada al presenciar la escena.

"Bien... ha llegado mi momento de descansar también...", dijo mientras bostezaba.

María entró en la habitación de Aria y la vio leyendo un libro, pasando las páginas despreocupadamente.

"Aria, ya llegué con..."

"Tardaste mucho", dijo Aria, interrumpiendo intencionalmente a María.

María agachó la cabeza y dejó el envase con las galletas en la mesa al lado de la cama de Aria.

"Nos vemos mañana...", dijo mientras salía rápidamente de la habitación.

"Oh, podrías traerme...", comenzó a decir Aria, pero se detuvo al notar que María ya se había ido. Con disgusto, abrió el envase de galletas y empezó a comer una tras otra.

Aunque el libro que leía era interesante, algo no encajaba...

¿Por qué no podía usar magia?

¿Qué le faltaba?

Las horas pasaron y Aria comenzaba a quedarse dormida, pero de repente un dolor de estómago repentino la molestó.

¿Qué estaba sucediendo?

Por alguna razón, las palabras de María resonaban en su cabeza. 

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