- 27 - PARTE II

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Oficina del Servicio de Inteligencia Criminal de Canadá (CISC)


Normalmente, me hubiera gustado que mi licencia durara un poco más, pero ya extrañaba este lugar. Después de tanto tiempo es bueno tener algo con qué entretenerme y si seguía en el departamento sin hacer nada iba a explotar en cualquier momento. Además, la extraño.

Desde aquella misión no tuvimos la oportunidad de hablar como se debe. Ella no debería lidiar con eso sola. No fue buena idea que haya ido a allí. Se lo advertí, era mucho para Mak. Intenté protegerla, pero su terqueza me lo impidió.

La misión fue atrapar a uno de los cabezas de la red de trata de menores en una mansión en Coats Island, Canadá. No fue fácil encontrarlo y creo que eso a ella lo cegó. Tampoco fue fácil salir de allí.

Mi compañera juraba haber escuchado en la oficina de una habitación llantos de una niña. Según nos dijeron, se supone que no habrían niños allí, ya que llevan años siendo investigados y ningún niño era llevado con ellos. Pero todo eso dió un vuelco cuando nos dimos cuenta de que varias niñas vivían encerradas en un sótano. Niños entre diez y quince años que nunca pudieron ver la luz.

Una niña, la más grande, nos avisó que se habían llevado a su hermana. Mi compañera y yo nos separamos para iniciar la búsqueda, pero ya se había adelantado. En una de las habitaciones lejanas de la mansión había un hombre y también aquella niña, que yacía en el sucio sofá mientras que el primero se estaba subiendo el cierre del pantalón a la vez que mi compañera lo apuntaba con el arma.

Al verla paralizada, me adelanté para amenazar que bajara el arma que sacó antes de que yo llegara. Pero decidió apuntar a la niña y disparó, obligando a que mi compañera hiciera lo mismo con él. Con un disparo en la cabeza del hombre, su cuerpo no dudó en caer al suelo como una pluma.

El infierno terminó, pero el daño estaba hecho. La niña recibió el disparo en la mandíbula, estaba agonizando y a la vez en estado de shock. Mi compañera no dudó en alzarla en sus brazos y llevarla fuera de esa mansión.

Los médicos no pudieron hacer nada. Además del disparo en la mandíbula, tenía las costillas quebradas, sufría de múltiples hemorragias, le faltaban dedos de una mano que todavía no habían cicatrizado. Encontraron pedazos de vidrio dentro de ella y quemaduras en el rostro, piernas y brazos.

Según los testimonios varias fallecieron dentro de ese lugar. Se las llevaban a ese salón y nunca más salían. La tortura para esas niñas era eterno, llegamos a tiempo para frenar aquel infierno, pero a la vez tarde por no poder salvar a los demas niños. Y la culpa nos comía vivos. Si tan solo hubiéramos abierto más los ojos nos daríamos cuenta de que había niños dentro.

Nunca tuvimos un día tan desastroso como ese, y eso nos llevó a que nos tomemos unos días para recuperarnos.

Bajo del taxi y finalmente entro al edificio. Saludo a Brenda que está en controlando el arco detector de metales.

—Bienvenido. Al fin vuelves. —le devuelvo el saludo con una sonrisa mientras pongo mis armas en la pequeña caja. Paso el arco y del otro lado ya puedo volver a agarrar mis cosas.

—Nos vemos. —despido a Brenda.

La oficina está repleta de agentes yendo de aquí a allá. Hace poco hubo un acto terrorista en uno de los teatros de Toronto y uno de los culpables huyó a Montreal. Medio mundo lucha por buscarlo, pero al parecer se esconde muy bien.

Sigo caminando hasta el elevador que queda al final del pasillo. La Coronel pidió verme primero. Varios suben conmigo hasta llegar a sus pisos y antes de que salgan me dan su bienvenida. Al llegar al último piso salgo para ir donde su secretaria que está sentada en su respectivo gra escritorio.

La niña del Área 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora