- 22 - Parte I

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AMANDA

Condado de Tulare - EE.UU

Lágrimas escapan por mis mejillas mientras miro la foto de Venus una vez más, estoy junto a él abrazándolo mientras sopla las velas de su cumpleaños, sonrió levemente al recordar que ese dia no quiso peinarse y estuvo con sus mechones rubios revueltos durante el resto de esa tarde.

Mi Vanny.

Dejo la foto en un costado y me recuesto en el capó del Mustang mientras observo la hermosa noche estrellada, deseando que algunas de ellas me guíen hacia donde mi niño.

¿Cómo es que pude ser tan estúpida?

Todo estaba delante de mis ojos, habían señales y yo solo las ignoré. Nunca debí que un error tan grande como este se me pase por encima.

Cuando siento el móvil vibrando en mi bolsillo trasero, lo saco viendo al instante la ubicación de Mao. Al final no fue tan inútil la idea de ponerle un pequeño rastreador en su arma. Vuelvo a entrar al coche y preparo mis armas para luego ponerme en marcha. Mientras conduzco, no puedo hacer nada más que rezar.

Creo que nunca sentí esta presión en el pecho, o más bien esa angustia que te provoca náuseas y mareos. Aparco en un costado de la carretera y los siguientes metros lo hago a pie. Seguramente algunas de sus marionetas están cerca.

Camino varios minutos hasta lograr ver desde lejos una leve luz de, al parecer, una fogata. Me escondo tras un arbusto cuando estoy a tan solo unos metros de ellos, observo bien a mi alrededor y puedo ver a siete hombres en cada árbol a una distancia de cinco metros, rodeando la gran roca en la que se encuentra Mao con otros hombres a su alrededor.

Me agacho para agarrar una de las navajas de mis botas y camino sigilosamente hacia mi primera víctima. Al llegar, clavo directamente el cuchillo en el lado derecho de su garganta, mientras que con mi otra mano tapo su boca, con mi rodilla derecha doblo su pierna para que caiga al suelo y así evitando algún sonido que alerte a los demás. Hago lo mismo con las otras seis marionetas.

Llego. Clavo. Tapo la boca. Rodilla... Y al suelo.

Tantos años de entrenamiento y armas para que venga yo y los mate con una tonta navaja.

Idiotas. Vuelvo a guardarla en mi bota y agarro el arma para luego ir hacia donde Mao.

No me preocupa las otras marionetas que están a su lado, no pueden matarme y lo saben.

—¿Dónde está? —Mao se asusta al escucharme y se levanta para mirarme sorprendido. Luego de clavar sus ojos en los míos sonríe. Esa sonrisa que me enamoro cada puto segundo desde que lo conocí en aquel restaurante. La que me hizo despertar muchas emociones cuando sus ojos se achinaron cada vez que me veía.

La misma sonrisa que me tuvo hechizada y rendida a sus pies. La que me prometió amor eterno junto a él. Sonrisas que ahora son puras mierdas para mi. Sonrisas que al fin fueron desenmascaradas y se puede ver al verdadero dueño de esta.

—¿Qué haces aquí, Dulce?

No me digas "Dulce", pedazo de mierda mal cagada—le respondo en mi lengua natal y casi río cuando aún después de intentar enseñarle mi idioma, no logra dominarlo.

—¿Está todo bien? ¿Qué haces aquí? —vuelve a preguntar con una fingida preocupación en su mirada.

—¿Dónde está? —Apunto con mi arma a su frente y este abre los ojos sorprendido.

—¿Qué haces? —Sus marionetas actúan rápido y me apuntan con sus armas, pero Mao los detiene —Bajen las armas —y al no hacerle caso, grita —¡¡Ahora!!

La niña del Área 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora