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MARLENIE

Al despertarme, levanto mi cabeza para observar a Dion que sigue dormido debajo de mí. Miro la hora desde su móvil que está en la mesita y me sorprendo al darme cuenta de que no es muy tarde.

02:23. Lo dejo en su lugar y me paro del sofá, tratando de no despertarlo.

Me doy cuenta de que algunas velas ya se apagaron, así que saco otras con aroma a maracuyá del pequeño mueble. Pero dejo de hacer lo que estaba haciendo al ver afuera, entre los árboles, la figura de una persona caminando hacia no sé dónde. No creo que deba estar perdido, se ve muy decidido en buscar algo.

O alguien.

Cuando pasa justo al lado de la casita, decido abrigarme e ir por él. Me pongo las botas y vigilo que los cuchillos sigan en su lugar.

Le dejo una pequeña nota a Dion y sin hacer ruido salgo bajando esta vez por las maderas que están pegadas al árbol.

Intento caminar hacia él sin hacer ruido con las hojas hasta poder acercarme a una distancia favorable para que pueda analizarlo bien. Es un hombre, su espalda es ancha y lleva un abrigo no tan grueso. De pronto se detiene, obligándome a hacer lo mismo y ocultándome tras un árbol.

Pasan unos segundos cuando decido volver a mirarlo y me paralizo cuando veo que ahora camina hacia mi dirección. Pero me calmo cuando noto que no me está mirando a mí, sino a una especie de pantalla que tiene en uno de sus brazos. No es una pantalla normal, puedo ver desde aquí lo que está haciendo. Igualmente, no observo bien lo que está haciendo con ella, solo puedo ver un punto blanco titilando.

Es él. El día que estuve con Tomy, es el mismo hombre. Es verdad.

Su piel pálida y tamaño me lo confirman.

—¿Nika? —pregunta de repente y junto las cejas. Vuelve a llamar, pero en otro idioma que, no sé cómo, igualmente puedo entenderlo. No es ni francés, ni español, ni inglés. No sé mucho de idiomas, pero sé que ese no es ni siquiera ruso.

De pronto siento el corazón latiéndome rápido y el cosquilleo en mi espalda vuelve. Como si miles de sensaciones quisieran explotar y una de ellas es correr hacia él.

Sigue siendo un extraño.

Igualmente, sigo mi instinto y lentamente me acerco hasta donde está, pero aún escondida entre los árboles. Cuando estoy a tan solo pocos metros de él, puedo oler su aroma, no es perfume, pero extrañamente puedo reconocerlo. Sigo observando, concentrado en su pequeño aparato y yo aún escondida. Pero un nombre surgió de la nada, obligándome a preguntar.

—¿Elian? —Al instante, el hombre levanta la cabeza hacia mi dirección y yo sin despegar la vista de él, me agacho para agarrar mis cuchillos nuevamente.

Guárdalos. Debato esa idea, pero cuando observo bien sus ojos me encuentro otra vez embobada mirándolos. Al parecer ya me vio porque baja sus brazos y el gorro que cubría su cabeza dejándose ver mejor, pero yo sigo sin bajar los cuchillos.

Estoy aterrorizada y a la vez como si estuviera con alguien que ya conocía de antes. Es él, de eso no hay duda.

—¿Elian? —vuelvo a preguntar y frunzo el ceño cuando esté sonríe e intenta acercarse, alarmándome de inmediato y alzo el brazo izquierdo con la navaja en su dirección.

—Está bien. —Alza las manos dando un paso atrás.

—¿Quién eres? —Sé que es la pregunta más estúpida que pude formular, pero aún sigo confundida.

La niña del Área 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora