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Un leve dolor de cuello hace que reaccione y quiera sobarme la zona, pero los brazos atados me lo impiden. Abro ambos ojos y aunque aún se vea como si los tuviera cerrados, puedo sentir el fuerte olor de humedad.

Antes de hablar, una luz tenue se enciende permitiéndome ver mejor la gran habitación abandonada, pero la mujer apoyada sobre una mesa logra llamar mi atención. El viento golpea mis piernas desnudas haciendo que las apriete, la apariencia de la castaña hace que... el ardor de mi entrepierna vuelva.

Oh. Bien, esto es nuevo para mi. La miro de arriba abajo, viste con un vestido corto negro en v dejando expuestos sus senos y con unas botas altas de tacón que llegan un poco más alto de sus rodillas.

Diosito, no soy débil lo juro. Pienso mientras sigo apretando las piernas, respiro hondo y aprovecho para analizar la situación, miro mis manos y definitivamente estoy con cadenas al techo, mis piernas son las únicas libres.

Miro de nuevo a la mujer que está parada mordiéndose las uñas, provocándome y esta vez de una mala manera.

—Disculpa, ¿quieres un turno para manicure? —me mira seria —¿Quién carajos eres?

—¿No me recuerdas? —Por fin se digna a hablar. —No lo puedo creer.

—No tengo vista de lince si eso es lo que piensas —respondo mientras ruedo los ojos, da un paso adelante dejándome ver a la misma rubia del pasillo. —¡Oh sí! —Exclamo esta vez sonriente.

—¿Oh sí? —repite, dejándome sin palabras.

—¿Qué carajos quieres que diga? Yo soy la confundida aquí —me enojo y sacudo las cadenas de mis manos —¿Por qué estoy con esta cosa?

—Creo que es obvio. —se señala, odio las indirectas.

—¿Puedes ser directa? No soy el puto Akinator.

Ella empieza a acercarse lentamente hasta quedar centímetros de mi rostro, tengo que levantar un poco mi cabeza por a su altura, pero no lo hago.

—No puedo creer que haya funcionado —agarra mi barbilla haciendo que mire sus ojos característicos —. Mírate, ahora eres una niña perdida, pero no te preocupes porque vine a salvarte. —sigue con sus idioteces. Alejo mi cara de su mano.

—¿Qué quieres? —repito ya cansada.

—Después de lo que vi, supongo que tú puedes decirme qué soy para ti. —responde aumentando mi confusión.

—¿Qué? —No responde, en cambio se acerca para luego besarme y ya con los ojos cerrados inconscientemente le respondo, pero al sentir un fuerte viento me hace abrirlos, dándome cuenta de que la chica no está más. Dejándome todavía atada, confundida, ebria y extrañamente caliente.

Que linda combinación.

Pestañeo fuerte en un intento de despertar. Seguro está pasando otra vez. Esos ojos...

Frustrada, me quedo unos varios minutos en la misma posición sin saber cómo sacarme las esposas.

Pulgar del esquiador.


Dion llegó a la habitación justo después de romperme la puta mano, decido buscar a Vil yendo hacia la cocina mientras me sobo la zona afectada, no siento nada, pero se siente raro y el pelinegro se da cuenta.

—¿Qué te pasó en la mano? —pregunta mientras toma de ella para mirarla a lo que yo la escondo rápido.

—Nada. —Sigo mi camino aún con el inquietante ardor en mi vagina, provocando que camine raro.

La niña del Área 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora