- 23 - Parte II

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Condado de Tulare

Voy hacia uno de los hombres de Mao y le agarro el saco negro de su traje antes de volver de nuevo hacia la niña que sigue en el suelo. Luego de ponerle el saco, reviso su cabeza ya que veo líneas de sangre cayendo en su rostro.

Mierda. Tengo que llevarla con un médico, pero no puedo ir a un hospital. Al instante pienso en el Dr. Green. Puedo ir donde él antes de ir al búnker.

Al llegar al Mustang con la niña, la dejo del lado del copiloto y luego me siento a su lado para ir hacia la granja. Miro de reojo a la morena que sigue desmayada y vuelvo a acomodar de su saco antes de salir e ir hacia esa casa.

¿Qué le habrá pasado? ¿Por qué está desnuda? Es solo una pequeña niña, temblaba de frío y sus ojos... Sus ojos eran la notoria prueba de que estaba huyendo...

Miro el reloj confirmando que son las cuatro menos cuarto de la madrugada. Estaciono el auto en un lugar donde nadie pueda verlo fácilmente, me giro de nuevo hacia la niña y pongo un dedo bajo su nariz para sentir su exhalación y confirmar que por lo menos sigue estable.

Agarro mi arma mientras salgo y me dirijo hacia la puerta trasera de la casa. Las luces están apagadas.

Como puedo, y en total silencio, consigo abrir la puerta manipulando la cerradura con un clip que tenía en uno de mis bolsillos del pantalón. Es una puerta de madera y se ve algo vieja, seguro cuando la abra rechine así que en vez de abrirla lentamente, lo hago de una forma rápida sin soltarla y logro evitar algún tipo de sonido. Hago lo mismo para cerrarla y al darme la vuelta apunto con mi arma, asegurándome de que, al parecer la cocina, esté vacía.

Hay muchos trastes sucios por todos lados, latas tiradas como si fuera un basurero, la cocina es un completo asco. Camino hacia la nevera que tiene un par de fotos con varias anotaciones y dibujos. Dibujos de un niño, calculo que menos de diez años. Mi mente me traiciona al instante cuando recuerdo los dibujos que Vanny me regalaba.

«—¡Mami! ¡Mami! —El llamado de Venus hace que detenga lo que estoy haciendo y me doy la vuelta para mirarlo con su pijama de tigre, corre hacia mí con un papel en sus manos. —Mira lo que hice.

—Es tarde, Vanny. Deberías estar durmiendo, ¿qué haces dibujando a estas horas? —Al llegar a mi lado, me muestra su dibujo y me quedo sin palabras ante lo que tengo a la vista. Al parecer es un hombre tirado en el suelo y rodeado de sangre y a su lado hay un niño con un arma apuntándole. —¿Qué te he dicho con que dibujes estas cosas, Venus?

—¿No te gusta? —Pone ojitos de cordero y vuelve a mirar su dibujo —Él es Lin, el señor que siempre es malo contigo —señala al hombre muerto —, y este soy yo dándole una lección. Creo que le falta más rojo, ¿no?

No sé cómo se supone que deba tomarme este dibujo. Bien, respira hondo.

—Mírame —ordeno y lo hace —, no quiero que hagas más dibujos como estos. Sino te prohibo por dos meses los lápices de colores.

—Puedo usar los acrílicos —alza los hombros y lo miro atónita.

—¡¡Venus!!

—Está bien —baja la cabeza y murmura —, es que ya no me gusta que Lin te moleste, ¿por qué no le decimos a papi?

—No vamos a ir con Mao, porque no hay nada para decirle, Vanny —acuno su carita pálida con mis manos —. Mírame. —Lo hace y me quedo unos largos segundos viendo ese par de hermosos ojos grises. —Te amo.»

Vuelvo a centrarme y respiro hondo antes de seguir observando la nevera que tiene dibujos y más dibujos. También varias fotos de un hombre de al menos sesenta años junto a un niño que supongo que es el de los dibujos.

La niña del Área 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora