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Seungmin quería llorar.

Habían cosas en la vida que uno tenía que pasar, y ese tipo de cuestiones por las cuales uno tenía que pasar, muchas veces eran constantes, por lo que se volvían típicas. Peleas familiares, alguna enfermedad, falta de dinero, aguantar problemas que para uno eran algo sencillo, pero otras personas lo complicaban, y muchos, muchos otros más.

Pero Seungmin no quería que Lee Junho se volviera un problema "típico" o "constante" en su vida. No quería tener que vivir con miedo. No quería tenerlo cerca nunca. Sin embargo, al parecer la palabra "nunca" se estaba volviendo un sinónimo de "siempre" o "constante", al menos en su vida.

Seungmin quería llorar y esconderse de todo eso estando entre los brazos de Minho hasta que Junho decidiera largarse de sus vidas de una vez por todas. Pero nuevamente, era algo que costaría bastante.

—Se acerca tu cumpleaños, Seungmin. ¿Qué tienes pensado hacer?

La pregunta lo desconcertó un poco y mantuvo el tenedor en su mano sin mirar a nadie. De todas formas, no estaba comiendo y apenas prestaba atención. Sin embargo, supo que aquella pregunta Junho solo la hizo para sacar tema de conversación, producto el silencio tedioso del ambiente, al menos de su parte. Era treinta y uno de diciembre, por lo que aún faltaba un mes para su cumpleaños. Además de que por supuesto a Junho le importaba menos que nada.

—Erm —se aclaró la garganta sin mirarlo—. Aún... aún no lo sé.

—Bueno, no tienes por qué saberlo. En realidad, el que debe decidir por ti, es tu Alfa —la voz profunda del socio ruso de Junho se escuchó, y Seungmin no puede evitar alzar la vista para mirarle con seriedad.

Quería contestar a ello sin recordar que podría ser algo malo, pero Minho a su lado le dio un golpecito en el pie para llamar su atención y cuando lo miró, hizo una seña para que no hablara. Soltando un bufido, Seungmin volvió la vista a su plato, tragándose las palabras que bailaban en su lengua junto a un bocado de su comida.

Su mente volvía a años atrás cuando pasaba "Año Nuevo" con su familia. Y sí, los comentarios de su madre hacia los vecinos del lugar en el cual vivían nunca faltaban, pero prefería eso a lo que ahora estaba viviendo. Antes por lo menos recibía el apoyo de su hermana Jamie (con su padre casi no hablaba, así que no contaba), pero ahora sólo tenía a un tipo que lo odiaba sólo por ser un Omega hombre y a otro que le menospreciaba por lo mismo. De lo único que tenía ganas era de saltar por una ventana para huir, sin importar que probablemente moriría.

—La verdad es que siempre me gusta tener en cuenta la opinión de Seungmin, en cada oportunidad que pueda comentar algo —mencionó Minho en voz baja, pero de manera segura. Seungmin alzó la vista de su plato y lo miró con una sonrisa, recibiendo una sonrisa de parte de Minho.

Lo apreciaba mucho. No podía evitarlo porque lo que decía era verdad. Y pensaba que pudo ser cualquier persona la que lo marcara, (en el estado de borrachera que tenía en Las Vegas pudo incluso hasta ser secuestrado por alguno de los hombres que se le acercó, pero fueron espantados por Minho), pero no. Le tocó este Alfa en el cual ahora sí se animaba a confiar porque hacía lo que decía y sentía lo que hacía. Y se sentía afortunado.

—Eso te hace ver débil frente a todos, ¿sabes? —mencionó el ruso, sin ánimos de sonar despectivo, pero sí con una seriedad que logró asustar un poco a Seungmin—. Eres tú quien manda, eres tú quien tiene la última palabra y eso es lo que te hace líder, Minho. No el escuchar las propuestas de tu Omega, sean lo buenas que sean, o lo quieras lo que lo quieras.

Seungmin entendió perfectamente. Para ser respetado, debes tanto tener una imagen imponente como hacer caso omiso a lo que los demás te digan, por más que sea bueno o en ocasiones malo. Lo veía como prácticamente estar viviendo en una anarquía.

Mordida Equivocada | 2MINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora