"Él y sus encantos"

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Todos habían abandonado el salón, él y yo habíamos quedado completamente solos... e hizo algo que nunca creí que fuese a hacer: estiró los brazos. 

-Ven, dame un abrazo. -me dijo dándome una de esas sonrisas que tanto me hacían caer. Me acerqué a él, y lo abracé. Fue un momento de calor, solo un instante para que mi corazón estuviese a punto de estallar. Nos separamos a los pocos segundos y mi tristeza volvió a mí, la mierda regresó al bote de basura. Entonces, sonrió de nuevo y volví a caer, ahora más profundo que nunca. Regresé a mi mesa, tomé mis libros y me alejé inmediatamente, totalmente roja de mis mejillas. 

Ya en casa, empecé a llorar, ¿cómo pude volver a caer? ¿cómo pude volver a creer que tendría una mínima oportunidad? ¿cómo es que mi mente se volvió así? Su frialdad se había descongelado y solo un llanto sin lágrimas fue suficiente para recobrar mis fuerzas y seguir como antes: con mi escudo de agresividad y vulgaridad. Reflexioné que él ya no merecía una lágrima, una sonrisa o una mirada; pero, si vieran su rostro, tan tierno... ¡no! ¿por qué me pasa esto? ¿por qué tengo que dudar de mi misma para entender? 

Volví a la escuela, todos me miraban, me saludaban algunos, otros solo pasaban de mí, pero igual a nadie le interesaba. A sus buenos días contesté con mi típico "¿qué chingados tienen de buenos?", me puse mi gorro del suéter y me dirigí a mi salón de clase...¿y qué creen? ahí estaba él, riendo con mis amigos y hablando de la nueva versión de un juego de vídeo que todos adoraban menos yo. Me miró, sonrió y siguió platicando. Mis amigos se alejaron y fueron a los casilleros para tomar sus libros de las siguientes tres clases... dejándonos a él y a mí solos. Me quiso saludar, con esa voz tan amigable y familiar, pero pasé de él. Aventé mi mochila al suelo, en seguida de mi respectiva mesa y bajé mi silla, me senté, saqué mi libro y empecé a hojearlo. 

-¿Pasa algo? -me dijo, yo sabía que no estaba preocupado por mí, nunca lo está, o lo estuvo, o lo estará, pero algo había en su voz que me dio la esperanza de que sí lo fue por un momento. Lo miré, giré los ojos hacia atrás con desprecio y volví a mi libro: "El conde tenía la cara de águila, con dientes blancos, largos y filosos..." -Si sucede algo, puede decírmelo. -afirmó. Repetí lo anterior... quería decirle lo mucho que me había herido el hecho de que yo le haya entregado todo: el poco corazón que me había dejado la gente, mi buena cara, mis talentos, incluso mi manera de pensar, cambié por él... ¿y qué recibí? Un abrazo, eso era lo máximo que había recibido, todo lo que soñé... pero, ¿cómo se compara un abrazo con un todo? ¿con una alma entera? ¿con una mente retorcida que se volvía un inocente niño cuando le sonreía? Lo despreciable que a veces puede ser enamorarse, ¿eh? 

-No. -respondí fríamente. Él levantó una ceja, algo molesto. 

-Mmm... ya veo... sí le pasa algo, ¿qué es? 

-Nada que le importe. 

-Eso es una gran ofensa, señorita. Si sigue así le puedo enviar un reporte, solo me preocupo por usted y, ¿cómo me responde? con una manera grose- lo interrumpo. 

-Yo le dí mi todo y solo me dio un abrazo, y aún así no le rezongo. Aprenda a dar lo mismo que recibe. -y me fui. Me salí del salón, me fui al baño y empecé a llorar de nuevo... Oh, cómo lloré ese día... 

Actualmente, ya no lloro. Ahora grito de furia y golpeo la pared con mi cabeza, esperando a que se rompa la pared o mi frente, o lo que se parta primero. Luego, sonrío, ¿a quién carajos le importa si él es feliz o no? Yo soy una hipersensible, él un hombre de alta autoestima... ya sabemos el ganador sin necesidad de vender a los jueces. 

Once Upon A Time...Where stories live. Discover now