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Tobhías

Ni siquiera toco el timbre, ella justo abre la puerta con su gran y hermosa sonrisa dibujada en sus labios. Le doy en breve repaso y noto que sabe a qué vengo. Su cuerpo está fundido en una bata de seda y su cabello cae en cascadas sobre sus pechos, sus labios finos llaman al pecado y no dilato más, me adentro a comerme su boca.

Muerdo sus labios degustando su sabor, succiono arriba y abajo mientras con mi mano aprieto su nuca presionándola más a mí. Con ella nunca he sido delicado y no lo seré ahora, no cuando llevo días necesitando olvidarme de la castaña teñida.

Caminamos quitándonos la ropa y magreo su nalgas en el proceso. Mi torso queda desnudo al instante y la cargo en mis brazos para caminar hasta la sala. La pongo sobre el sofá moderno y la abro completamente de piernas. Quito de con destreza su sujetador dejándome ver sus tetas, aunque lindas no se comparan a las de...

¡Maldito seas Tohbías!

Voy hasta ellas lamiéndolas, apretándolas juntas y deslizando mi lengua entre ellas. Chupo sus pezones y noto lo duro que están por mí. Sus tetas son mucho más grandes que las de Molly y a kilómetros se ve que son operadas. Subo y me pierdo en su cuello besando y succionando la piel del lugar, Alara se retuerce de placer por todo lo que le hago sentir y noto como su piel se va erizando.

De un tirón embisto su mojado coño y ella suelta un sonoro gemido. Tomo con una de mis manos su cuello, apretándolo en el proceso y percibiendo lo mucho que le gusta, mientras mi boca en una de sus tetas y mi polla no dejan de moverse. Gruño por su calidez y me centro en mi objetivo.

Arremeto cada vez con más y más fuerzas en su sexo y siento el orgasmo ahí cerca, sin embargo, sigo y sigo pero no llega.

¡Maldición!

Ella se corre con mi verga y al cabo de segundos se da cuenta que aún no he terminado. Se separa de mí y termina de quitarse el hilo, se pone en cuatro y la espectacular vista de su trasero, me hace volver a penetrarla.

Me agarro de sus caderas y con la otra mano en su pelo. Sus gemidos no dejan de salir. Sin embargo, cierro mis ojos y dejo mi mente fluir. Imaginado que es otra quién recibe mi erección, que es otra quien jadea y suda de la lujuria que siente. Y en solo dos estocadas más llego. Me corro en su interior y me dejo caer con la respiración hecha un lío.

Alara se endereza poniéndose a mi lado, su sonrisa no se esfuma sino se hace más luminosa. Sus dedos van a tocar mi barba pero giro la cara, detesto que me toquen ahí y ella lo sabe, aún así sigue intentando vagamente hacerlo.

No soporto que me toquen específicamente ni los labios, pueden tocar con libertad donde quieran pero no la cara. No por nada sino porque me desagrada que lo hagan.

—¿Te quedas a cenar? —pregunta y asiento.

Se pone de pie y miro con detalle su cuerpo pálido. Tiene sus curvas pero nada que ver con...

Bufo hastiándome de esto, mi maldita mente no me deja en paz.

Me enderezo y voy a por mi bóxer, lo pongo sobre mi cuerpo. La veo servir los platos sobre la isla y voy directo a la banqueta. No me pierdo cada movimiento intencional que hace hacia mí, antes me encantaba que lo hiciera. Pero mi cabeza siento que va a estallar de un momento a otro. Pensé que follándomela duro como antes lo hacía, iba a poder hacerme olvidar al menos por unos minutos.

Sin embargo, todo se fue al traste cuando mi mente empezó a compararlas e y inclusive me corrí pensando en la maldita pelirroja teñida.

Alara se sienta a mi lado luego de llenar las copas de vino.

AtándonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora